ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 27 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Daniel 7,2-14

Daniel tomó la palabra y dijo: Contemplaba yo en mi visión durante la noche lo siguiente: los cuatro vientos del cielo agitaron el mar grande, y cuatro bestias enormes, diferentes todas entre sí, salieron del mar. La primera era como un león con alas de águila. Mientras yo la miraba, le fueron arrancadas las alas, fue levantada de la tierra, se incorporó sobre sus patas como un hombre, y se le dio un corazón de hombre. A continuación, otra segunda bestia, semejante a un oso, levantada de un costado, con tres costillas en las fauces, entre los dientes. Y se le decía: "Levántate, devora mucha carne." Después, yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo con cuatro alas de ave en su dorso; la bestia tenía cuatro cabezas, y se le dio el dominio. Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía enormes dientes de hierro; comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas. Era diferente de las bestias anteriores y tenía diez cuernos. Estaba yo observando los cuernos, cuando en esto despuntó entre ellos otro cuerno, pequeño, y tres de los primeros cuernos fueron arrancados delante de él. Tenía este cuerno ojos como los de un hombre, y una boca que decía grandes cosas. Mientras yo contemplaba:
Se aderezaron unos tronos
y un Anciano se sentó.
Su vestidura, blanca como la nieve;
los cabellos de su cabeza, puros como la lana.
Su trono, llamas de fuego,
con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría
y manaba delante de él.
Miles de millares le servían,
miríadas de miríadas estaban en pie delante de él.
El tribunal se sentó,
y se abrieron los libros. Miré entonces, atraído por el ruido de las grandes cosas que decía el cuerno, y estuve mirando hasta que la bestia fue muerta y su cuerpo destrozado y arrojado a la llama de fuego. A las otras bestias se les quitó el dominio, si bien se les concedió una prolongación de vida durante un tiempo y hora determinados. Yo seguía contemplando en las visiones de la noche:
Y he aquí que en las nubes del cielo venía
como un Hijo de hombre.
Se dirigió hacia el Anciano
y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio,
honor y reino,
y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno,
que nunca pasará,
y su reino no será destruido jamás.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

¿Cómo se puede comprender el sentido de aquellos tiempos que se presentan como realmente difíciles? ¿Cómo se pueden descifrar unas imágenes y unas visiones que parecen dibujar el drama de una historia dominada por el mal? Daniel siente que le "fallan las fuerzas". Cuando la historia parece compleja, el futuro incierto y el mal imperante, sentimos instintivamente que nos fallan las fuerzas, dejamos que la resignación nos sorprenda. La fuerza de Daniel consiste en no callar, en continuar haciendo preguntas al Señor, el único que puede ayudar a descifrar los acontecimientos. La Palabra de Dios nos ayuda a no quedar en silencio, a plantearnos preguntas sin aceptar la historia como un destino ineludible. El lenguaje del libro de Daniel, que retomará más tarde el Apocalipsis de Juan, intenta penetrar en los secretos oscuros del mundo y nos ayuda a responder a las preguntas de los tiempos difíciles y complejos, como los que vivimos ahora. Las cuatro bestias representan los distintos imperios que se sucedieron tras el siglo VII. A esos se le suma el último reino, tal vez el más terrible para los habitantes de Juca y de Jerusalén, el de Antíoco IV Epífanes (el cuerno pequeño), el gran perseguidor que volverá a aparecer sobre todo en la segunda parte del libro. En medio de una historia terrible dominada por la soberbia del poder, que lo somete y lo destruye todo, Dios no abandona a su pueblo a las manos del poder del mal. Se le aparecen a Daniel el Señor con la corte celestial (el anciano sentado en el trono y los miles que le servían) y "alguien parecido a un ser humano", figura mesiánica que Jesús identifica consigo mismo en los evangelios (Mc 13,26). Dios viene a restablecer la justicia para aquellos que han sido fieles y han continuado creyendo en la fuerza de su amor. No dejará que el mal los aniquile. El que es "parecido a un ser humano", Jesús Hijo de Dios, vendrá por encima de las nubes del cielo y en su resurrección enseñará a todo el mundo la victoria del Dios de la vida sobre la muerte. Confiemos en el Señor para que nos salve aquel a quien él confió el poder de salvarnos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.