ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los apóstoles
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los apóstoles

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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los apóstoles
Lunes 30 de noviembre

Salmo responsorial

Salmo 111 (112)

¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh,
que en sus mandamientos mucho se complace!

Fuerte será en la tierra su estirpe,
bendita la raza de los hombres rectos.

Hacienda y riquezas en su casa,
su justicia por siempre permanece.

En las tinieblas brilla, como luz de los rectos,
tierno, clemente y justo.

Feliz el hombre que se apiada y presta,
y arregla rectamente sus asuntos.

No, no será conmovido jamás,
en memoria eterna permanece el justo;

no tiene que temer noticias malas,
firme es su corazón, en Yahveh confiado.

Seguro está su corazón, no teme:
al fin desafiará a sus adversarios.

Con largueza da a los pobres;
su justicia por siempre permanece,
su frente se levanta con honor.

Lo ve el impío y se enfurece,
rechinando sus dientes, se consume.
El afán de los impíos se pierde.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.