ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 1 de diciembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 11,1-10

Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahveh. Y le inspirará en el temor de Yahveh.
No juzgará por las apariencias,
ni sentenciará de oídas. Juzgará con justicia a los débiles,
y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca,
con el soplo de sus labios matará al malvado. Justicia será el ceñidor de su cintura,
verdad el cinturón de sus flancos. Serán vecinos el lobo y el cordero,
y el leopardo se echará con el cabrito,
el novillo y el cachorro pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán,
juntas acostarán sus crías,
el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid,
y en la hura de la víbora
el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal
en todo mi santo Monte,
porque la tierra estará llena de conocimiento de
Yahveh,
como cubren las aguas el mar. Aquel día la raíz de Jesé
que estará enhiesta para estandarte de pueblos,
las gentes la buscarán,
y su morada será gloriosa.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este oráculo de Isaías está estrechamente vinculado a los capítulos 7 y 9, en los que el profeta anuncia el nacimiento de un niño, descendiente de David, el Enmanuel, la luz que resplandece en las tinieblas. La palabra profética anuncia que Dios no ha abandonado su pueblo al poder de la injusticia y de la violencia. En efecto, la esclavitud había convertido al pueblo de Israel en algo semejante a un tronco seco, destinado a la decadencia, sin poder esperar ya un futuro vigoroso como un árbol en flor con las hojas y los frutos. Pero el profeta anuncia: "Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará". Del tronco árido saldrá un vástago. Sí, es un pequeño retoño que no tiene la apariencia de grandeza según las medidas humanas, sin embargo su linfa es fuerte, es el Espíritu de Dios el que le hace vivir. El profeta dice: "Reposará sobre él el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor". Ese retoño está lleno de sabiduría y de fuerza. La declinación de los seis dones del Espíritu sugiere la fuerza extraordinaria del "retoño" que está por nacer. Los creyentes están llamados a injertarse en ese vástago, a acoger su riqueza de dones. También nosotros, si nos injertamos en ese vástago, recibiremos la riqueza de los dones del Espíritu. En efecto, el creyente es un hombre espiritual, es decir, una persona que se deja conducir por la riqueza de los dones del Espíritu. Por eso está llamado a acoger con disponibilidad el Espíritu derramado en su corazón para entrar en sintonía con Él, leer los numerosos "signos de los tiempos" que encuentra y transformar así el mundo para que sea justo y pacífico. El profeta aclara que la justicia se realiza a partir de la defensa de los pobres y de los oprimidos, porque Dios se preocupa ante todo de ellos. Del amor por los pobres, de la defensa de sus derechos, es de donde da comienzo la justicia de toda la sociedad. Sí, la atención hacia los débiles es el comienzo de la paz tanto en el pueblo de Israel como entre los pueblos de la tierra. El profeta lo muestra con las espléndidas imágenes del lobo que yace junto al cordero, del leopardo que se echa junto al cabrito, del novillo y el cachorro que pacen juntos conducidos por un niño. Es así como se instaura el nuevo mundo de paz. Dejémonos conducir por el Espíritu de amor por los pobres y la justicia habitará la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.