ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 14 de diciembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Números 24,2-7.15-17

Y al alzar los ojos, vio Balaam a Israel acampado por tribus. Y le invadió el espíritu de Dios. Entonó su trova y dijo: "Oráculo de Balaam, hijo de Beor,
oráculo del varón clarividente. Oráculo del que oye los dichos de Dios,
del que ve la visión de Sadday
del que obtiene respuesta, y se le abren los ojos. ¡Qué hermosas son tus tiendas, Jacob,
y tus moradas, Israel! Como valles espaciosos,
como jardines a la vera del río,
como áloes que plantó Yahveh,
como cedros a la orilla de las aguas. Sale un héroe de su descendencia,
domina sobre pueblos numerosos.
Se alza su rey por encima de Agag,
se alza su reinado. Entonó su trova y dijo: "Oráculo de Balaam, hijo de Beor,
oráculo del varón clarividente. oráculo del que escucha los dichos de Dios,
del que conoce la ciencia del Altísimo;
del que ve lo que le hace ver Sadday,
del que obtiene la respuesta, y se le abren los ojos. Lo veo, aunque no para ahora,
lo diviso, pero no de cerca:
de Jacob avanza una estrella,
un cetro surge de Israel.
Aplasta las sienes de Moab,
el cráneo de todos los hijos de Set.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Israel está ya al final del camino en el desierto. Sin embargo, su entrada en la tierra prometida por Dios es obstaculizada por Balac, rey de Moab. Éste se opone de forma decidida al paso del pueblo de Israel. Y, para ser todavía más eficaz en esta oposición suya, recompensa a Balaán, un conocido y poderoso adivino de la región de Mesopotamia, para que haga sortilegios contra Israel y lo maldiga. Pero el Señor, que está al lado y conduce con fuerza a su pueblo, interviene y transforma a este adivino, a pesar de él mismo y del rey que lo había recompensado, en profeta para Israel. El pasaje, tomado del libro de los Números, propone algunos versículos del tercer y cuarto de los oráculos pronunciados por Balaán, que significa "devorador". Éste, a pesar de su nombre y de su origen, recibe el espíritu de Dios y refiere cuanto recibe del Señor. Escribe el texto: "Oráculo del que escucha los dichos de Dios, del que conoce la ciencia del Altísimo" y "del que ve lo que le hace ver Sadday". El Señor habla a su pueblo de cualquier forma. Esta vez a través de un hombre llamado por el enemigo. Y éste, profeta a pesar suyo, describe la prosperidad y la fecundidad de la tierra que Israel está por recibir: "¡Qué hermosas son tus tiendas, Jacob, y tus moradas, Israel! Como valles espaciosos, como jardines a la vera del río, como áloes que plantó el Señor, como cedros a la orilla de las aguas". Y después Balaán, divisando todavía más lejos: "de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel". A través de la imagen del cetro y de la estrella, el "profeta" indica al Mesías que llevará la salvación a todo el pueblo. La tradición cristiana ha leído estas palabras mirando a Jesús. Y la liturgia de la Iglesia nos las hace meditar pocos días antes de la Navidad para que también nosotros podamos disponernos a acoger al que viene a salvar al mundo entero del pecado y de la muerte. Podríamos decir que la profecía de Balaán, profeta a pesar suyo, es en verdad el grito de salvación que sale de todas las tierras, de todos los pueblos, especialmente de los más oprimidos. Esa profecía resuena todavía hoy para el mundo entero: para que toda la tierra se convierta en un jardín y el Señor sea el padre de todos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.