ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 8 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Reyes 8,1-7.9-13

Entonces congregó Salomón a los ancianos de Israel en Jerusalén para hacer subir el arca de la alianza de Yahveh desde la ciudad de David, que es Sión. Se reunieron junto al rey Salomón todos los hombres de Israel, en el mes de Etanim, (que es el mes séptimo) en la fiesta, y los sacerdotes llevaron el arca, y la Tienda del Encuentro, con todos los objetos sagrados que había en la Tienda. El rey Salomón y todo Israel con él sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en número incalculable e innumerable. Los sacerdotes llevaron el arca de la alianza de Yahveh a su sitio, al Debir de la Casa, en el Santo de los Santos, bajo las alas de los querubines, porque los querubines extendían las alas por encima del sitio del arca, cubriendo los querubines el arca y su varales por encima. En el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que Moisés hizo poner en ella, en el Horeb, las tablas de la alianza que pactó Yahveh con los israelitas cuando salieron de la tierra de Egipto. Al salir los sacerdotes del Santo, la nube llenó la Casa de Yahveh. Y los sacerdotes no pudieron continuar en el servicio a causa de la nube, porque la gloria de Yahveh llenaba la Casa de Yahveh. Entonces Salomón dijo: "Yahveh quiere habitar en densa nube. He querido erigirte una morada
un lugar donde habites para siempre."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Una vez terminada la construcción del Templo era necesario dedicarlo a Dios. Resultaba evidente que no bastaba con alzar unos muros, por muy suntuosos y ricos que fueran, para que pudieran acoger la presencia de Dios. Era necesario que Él mismo tomara posesión del Templo y lo convirtiese en su morada. Israel sabía que la presencia de Dios en medio del pueblo estaba garantizada por las tablas de la Ley contenidas en el arca de la alianza. Era preciso, pues, que el arca, transportada por David a la colina de Sión tras la conquista de la ciudad, como se narra en el segundo libro de Samuel (6, 17), fuese llevada al Templo. Salomón reunió a todo el pueblo -como Moisés cuando recibió las tablas de la Ley-, ofreció sacrificios a Dios e hizo transportar el arca por los sacerdotes para colocarla en el «Santo de los Santos», el lugar más sagrado del Templo. Era la fiesta de las Tiendas o de los Tabernáculos, antiguamente llamada fiesta de la Recolección, que se celebraba en el séptimo mes del calendario judío, en torno a los actuales meses de septiembre-octubre. El pasaje subraya que "en el arca no había nada más que las dos tablas de piedra que Moisés depositó allí, en el Horeb, las tablas de la alianza que el Señor estableció con los israelitas cuando salieron de la tierra de Egipto". Este comentario aclara aún más la dimensión interior de la alianza que Dios ha establecido con Israel. Estamos muy lejos de una religiosidad basada en el plano de la naturaleza, o que se apoye en la exterioridad de los ritos o de una simbología esotérica. El arca contiene sólo la Palabra, nada más. La Palabra, es decir, el Señor que se revela, es el corazón tanto de la fe judía como de la cristiana. Esta afirmación es análoga a la que encontramos al final del Evangelio de la Transfiguración. Marcos narra que los discípulos, tras haber sido envueltos por la nube, "ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos" (Mc 9, 8). Sólo la Palabra basta, sólo Jesús es el fundamento sobre el que se apoya nuestra fe. Y es notable que lo mismo que ocurrirá en el momento de la Transfiguración sucede cuando el arca entra en el Santo de los Santos: "Cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube había llenado el templo del Señor". El Señor tomaba posesión de aquel lugar mediante la entrada de su Palabra. Igualmente, quien acoge la Palabra de Dios en su corazón se convierte en Templo de Dios y su sombra lo cubre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.