ORACIÓN CADA DÍA

Miércoles de ceniza
Palabra de dios todos los dias

Miércoles de ceniza

Miércoles de Ceniza
Recuerdo de Santa Escolástica (ca. 480 - ca. 547), hermana de San Benito. Con ella recordamos a las ermitañas, las monjas y las mujeres que siguen al Señor.
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Libretto DEL GIORNO
Miércoles de ceniza
Miércoles 10 de febrero

Primera Lectura

Joel 2,12-18

Mas ahora todavía - oráculo de Yahveh -
volved a mí de todo corazón,
con ayuno, con llantos, con lamentos. Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos,
volved a Yahveh vuestro Dios,
porque él es clemente y compasivo,
tardo a la cólera, rico en amor,
y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará,
y dejará tras sí una bendición,
oblación y libación
a Yahveh vuestro Dios! ¡Tocad el cuerno en Sión,
promulgad un ayuno,
llamad a concejo, congregad al pueblo,
convocad la asamblea,
reunid a los ancianos,
congregad a los pequeños
y a los niños de pecho!
Deje el recién casado su alcoba
y la recién casada su tálamo. Entre el vestíbulo y el altar lloren
los sacerdotes, ministros de Yahveh,
y digan: "¡Perdona, Yahveh, a tu pueblo,
y no entregues tu heredad al oprobio
a la irrisión de las naciones!
¿Por qué se ha de decir entre los pueblos:
¿Dónde está su Dios?" Y Yahveh se llenó de celo por su tierra,
y tuvo piedad de su pueblo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.