ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 22 de febrero

Salmo responsorial

Salmo 140 (141)

Yo te invoco, Yahveh, ven presto a mí,
escucha mi voz cuando a ti clamo.

Valga ante ti mi oración como incienso,
el alzar de mis manos como oblación de la tarde.

Pon, Yahveh, en mi boca un centinela,
un vigía a la puerta de mis labios.

No dejes que tienda mi corazón a cosa mala,
a perpetrar acciones criminales
en compañía de malhechores,
y no guste yo lo que hace sus delicias.

Que el justo me hiera por amor, y me corrija,
pero el ungüento del impío jamás lustre mi cabeza,
pues me comprometería aún más en sus maldades.

Han quedado a merced de la Roca, su juez,
los que oyeron con regodeo mis palabras:

Como piedra de molino estrellada por tierra
son esparcidos nuestros huesos a la boca del seol.

Hacia ti, Señor Yahveh, miran mis ojos,
¡en ti me cobijo, no desampares mi alma!

Guárdame del lazo que me tienden,
de la trampa de los malhechores.

Caigan los impíos, cada uno en su red,
mientras yo paso indemne.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.