ORACIÓN CADA DÍA

Jueves santo
Palabra de dios todos los dias

Jueves santo

Jueves Santo
Recuerdo del Beato Óscar Arnulfo Romero, mártir, asesinado sobre el altar durante la celebración de la Eucaristía. Recuerdo de la masacre de las Fosas Ardeatinas que tuvo lugar en 1944 en Roma, donde los nazis asesinaron a 335 personas.
Recuerdo de la Última Cena y el Lavatorio de los pies.
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Libretto DEL GIORNO
Jueves santo
Jueves 24 de marzo

Salmo responsorial

Psaume 115 (116)

¡Aleluya!
Yo amo, porque Yahveh escucha
mi voz suplicante;

porque hacia mí su oído inclina
el día en que clamo.

Los lazos de la muerte me aferraban,
me sorprendieron las redes del seol;
en angustia y tristeza me encontraba,

y el nombre de Yahveh invoqué:
¡Ah, Yahveh, salva mi alma!

Tierno es Yahveh y justo,
compasivo nuestro Dios;

Yahveh guarda a los pequeños,
estaba yo postrado y me salvó.

Vuelve, alma mía, a tu reposo,
porque Yahveh te ha hecho bien.

Ha guardado mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas,
y mis pies de mal paso.

Caminaré en la presencia de Yahveh
por la tierra de los vivos.

¡Tengo fe, aún cuando digo:
"Muy desdichado soy"!,

yo que he dicho en mi consternación:
"Todo hombre es mentiroso".

¿Cómo a Yahveh podré pagar
todo el bien que me ha hecho?

La copa de salvación levantaré,
e invocaré el nombre de Yahveh.

Cumpliré mis votos a Yahveh,
¡sí, en presencia de todo su pueblo!

Mucho cuesta a los ojos de Yahveh
la muerte de los que le aman.

¡Ah, Yahveh, yo soy tu siervo,
tu siervo, el hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!

Sacrificio te ofreceré de acción de gracias,
e invocaré el nombre de Yahveh.

Cumpliré mis votos a Yahveh,
sí, en presencia de todo su pueblo,

en los atrios de la Casa de Yahveh,
en medio de ti, Jerusalén.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.