ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de san Pancracio, mártir a los catorce años por amor al Evangelio. Oración por las jóvenes generaciones, para que descubran el Evangelio y al Señor. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 12 de mayo

Salmo responsorial

Salmo 20 (21)

Yahveh, en tu fuerza se regocija el rey;
¡oh, y cómo le colma tu salvación de júbilo!

Tú le has otorgado el deseo de su corazón,
no has rechazado el anhelo de sus labios. Pausa.

Pues le precedes de venturosas bendiciones,
has puesto en su cabeza corona de oro fino;

vida te pidió y se la otorgaste,
largo curso de días para siempre jamás.

Gran gloria le da tu salvación,
le circundas de esplendor y majestad;

bendiciones haces de él por siempre,
le llenas de alegría delante de tu rostro.

Sí, en Yahveh confía el rey,
y por gracia del Altísimo no ha de vacilar.

Tu mano alcanzará a todos tus enemigos,
tu diestra llegará a los que te odian;

harás de ellos como un horno de fuego,
el día de tu rostro;
Yahveh los tragará en su cólera,
y el fuego los devorará;

harás perecer su fruto de la tierra,
y su semilla de entre los hijos de Adán.

Aunque ellos intenten daño contra ti,
aunque tramen un plan, nada podrán.

Que tú les harás volver la espalda,
ajustarás tu arco contra ellos.

¡Levántate, Yahveh, con tu poder,
y cantaremos, salmodiaremos a tu poderío!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.