ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 8 de junio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Reyes 18,20-39

Ajab envió a todos los israelitas y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: "¿Hasta cuándo vais a estar cojeando con los dos pies? Si Yahveh es Dios, seguidle; si Baal, seguid a éste." Pero el pueblo no le respondió nada. Dijo Elías al pueblo: "He quedado yo solo como profeta de Yahveh, mientras que los profetas de Baal son 450. Que se nos den dos novillos; que elijan un novillo para ellos, que los despedacen y lo pongan sobre la leña, pero que no pongan fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego. Invocaréis el nombre de vuestro dios; yo invocaré el nombre de Yahveh. Y el dios que responda por el fuego, ése es Dios." Todo el pueblo respondió: "¡Está bien!" Elías dijo a los profetas de Baal: "Elegíos un novillo y comenzad vosotros primero, pues sois más numerosos. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego." Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: "¡Baal, respóndenos!" Pero no hubo voz ni respuesta. Danzaban cojeando junto al altar que habían hecho. Llegado el mediodía, Elías se burlaba de ellos y decía: "¡Gritad más alto, porque es un dios; tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará en camino; tal vez esté dormido y se despertará!" Gritaron más alto, sajándose, según su costumbre, con cuchillos y lancetas hasta chorrear la sangre sobre ellos. Cuando pasó el mediodía, se pusieron en trance hasta la hora de hacer la ofrenda, pero no hubo voz, ni quien escuchara ni quien respondiera. Entonces Elías dijo a todo el pueblo: "Acercaos a mí." Todo el pueblo se acercó a él. Reparó el altar de Yahveh que había sido demolido. Tomó Elías doce piedras según el número de las tribus de los hijos de Jacob, al que fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: "Israel será tu nombre." Erigió con las piedras un altar al nombre de Yahveh, e hizo alrededor del altar una zanja que contenía como unas dos arrobas de sembrado. Dispuso leña, despedazó el novillo y lo puso sobre la leña. Después dijo: "Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña." Lo hicieron así. Dijo: "Repetid" y repitieron. Dijo: "Hacedlo por tercera vez." Y por tercera vez lo hicieron. El agua corrió alrededor del altar, y hasta la zanja se llenó de agua. A la hora en que se presenta la ofrenda, se acercó el profeta Elías y dijo: "Yahveh, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que se sepa hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu servidor y que por orden tuya he ejecutado toda estas cosas. Respóndeme, Yahveh, respóndeme, y que todo este pueblo sepa que tú, Yahveh, eres Dios que conviertes sus corazones." Cayó el fuego de Yahveh que devoró el holocausto y la leña, y lamió el agua de las zanjas. Todo el pueblo lo vio y cayeron sobre su rostro y dijeron: "¡Yahveh es Dios, Yahveh es Dios!"

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El rey Ajab se encuentra finalmente con Elías y lo acusa de llevar a Israel a la ruina. Pero Elías le recuerda su culpa por haberse alejado de Dios y por haber hecho que todo el pueblo apostatara. Esa es la verdadera causa que trajo una terrible carestía a todo el país. La situación era tan grave que le propuso a Elías un reto frontal con los sacerdotes de Baal. Y elije como lugar del reto el monte Carmelo, donde había sido destruido el altar que David construyó para dar culto al Señor, altar que Ajab había sustituido por otro dedicado a Baal. La escena es grandiosa: por una parte está el numeroso grupo de sacerdotes de Baal, y por otra, solo Elías. La situación es realmente desproporcionada. Elías quiere que el pueblo salga de la ambigüedad y elija nuevamente a Dios como su único Señor. El reino del norte, efectivamente, vivía en un clima ambiguo. El mismo Abdías, ministro de Ajab, aunque había salvado a cien profetas del Señor cuando la reina Jezabel quería exterminarlos, seguía manteniéndose fiel al rey (v. 13). También el pueblo vivía alejado de Dios, a quien reservaban las solemnidades, mientras que confiaban la protección de la vida de cada día a Baal (pedir la lluvia, la fertilidad de los campos o la fecundidad del ganado y también de la familia). Elías advierte que no se puede servir a Baal y a Dios; no se puede tener el corazón dividido. Elías quiere restablecer íntegramente la alianza y pregunta a todo el pueblo: "¿Hasta cuándo vais a estar cojeando sobre dos muletas?", es decir, "¿hasta cuándo queréis servir a dos señores?". En el Deuteronomio el Señor advierte: "Escucha, Israel: Yahvé nuestro Dios es el único Yahvé. Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" (6,4-5). El precepto del que se deriva todo afirma: "Yo soy Yahvé tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses fuera de mí" (5,6-7). El Dios de Israel, como demuestra cada página de las Escrituras, es un Dios celoso, que no soporta que haya otros dioses a su lado. Es un Dios único que no se divide y que exige un corazón igualmente íntegro y sin dividir. Y si el pueblo no recuerda la historia de amor con la que Dios lo ha acompañado, debe al menos dejar que su fuerza lo toque. Baal se queda en silencio y sin fuerza. El Señor habla y es fuerte. Los profetas de Baal "gritan" su súplica en vano. Elías se burla de ellos y se erige como el nuevo Moisés que reza al "Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel" y que restablece la alianza. Al igual que Moisés, construye un altar con doce piedras, símbolo de la unidad de Israel. En el monte Carmelo el pueblo de Israel, a través de Elías, recupera su corazón y una vez más lo orienta hacia el Señor, que lo salvó de la esclavitud de Egipto y ahora de la esclavitud de muchos ídolos de este mundo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.