ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 19 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Miqueas 7,14-15.18-20

Apacienta tu pueblo con tu cayado,
el rebaño de tu heredad,
que mora solitario en la selva,
en medio de un campo feraz
Que pazcan en Basán y Galaad
como en los días de antaño. Como en los días de tu salida del país de Egipto,
hazme ver prodigios. ¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa
y pase por alto el delito del Resto de tu heredad?
No mantendrá su cólera por siempre
pues se complace en el amor; volverá a compadecerse de nosotros,
pisoteará nuestras culpas.
¡Tú arrojarás al fondo del mar
todos nuestros pecados! Otorga fidelidad a Jacob
amor a Abraham,
como juraste a nuestros padres,
desde los días de antaño.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El libro de Miqueas termina con estas palabras de esperanza. El profeta invoca a Dios que, como un pastor, se preocupa por su rebaño, Israel: apacienta a tu pueblo con tu cayado, el rebaño de tu heredad, que vive solitario en el bosque, en medio del Carmelo". Sabe que el Señor lo ha cuidado desde que lo sacó de Egipto liberándolo de la esclavitud del faraón. El profeta, con la imagen del pastor, evoca el cuidado atento y premuroso, la salvaguardia de la unidad del rebaño que sin él se dispersaría, la defensa de la vida de las ovejas, a coste, incluso, de su vida. E invoca al Pastor para que continúe actuando a favor de su pueblo. Dicha intervención divina deberá mostrarse de dos maneras. El Señor es un pastor que perdona: "¿Qué Dios hay como tú, que perdone el pecado y absuelva al resto de su heredad?". Estas palabras recuerdan al pastor del salmo 22 y del libro de Ezequiel (Ez 33). Y por otra parte es un pastor que continúa amando a su pueblo: "Volverá a compadecerse de nosotros, destruirá nuestras culpas y arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados". El Señor es realmente el pastor bueno que cuida a su pueblo, y lo hace empezando precisamente con el perdón. Estas palabras resuenan con toda su fuerza de amor en este año jubilar de la misericordia. El perdón del Señor revela más que cualquier otra cosa quién es el Dios de Israel y cómo se diferencia de cualquier otro ídolo. El perdón del Señor tiene dicho poder no solo porque quita el pecado del corazón del hombre sino también porque lo aleja tanto que no lo recordamos. Miqueas parece que no encuentra las palabras adecuadas para manifestar la misericordia de Dios. Jesús retomará la figura del pastor: Él mismo se presenta como el pastor que conoce a sus ovejas, que las llama por su nombre y que las hace entrar en el redil. Y si una de ellas se extravía deja a todas las demás en el redil para ir a buscarla. Luego venda a la que está herida y cura a la que está enferma (Jn 10). Oremos al Señor para que podamos escuchar su voz de pastor bueno y ser un solo rebaño siguiéndole solo a él y aprendiendo a vivir de su misma misericordia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.