ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de Yaguine y Fodé, dos jóvenes de 15 y 14 años de Guinea que murieron de frío en 1999 en el tren de aterrizaje de un avión en el que se habían escondido para llegar a Europa, donde soñaban poder estudiar. Recuerdo del beato Ceferino Jiménez Malla, mártir gitano. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 2 de agosto

Magnificat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.

Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo:

y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo,
dispersa a los soberbios de corazón;

derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes;

a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres ,
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Proclama mi alma la grandeza del Señor
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.

Canto a María

Alégrate, oh Virgen, Madre de Dios,
María, llena de gracia, el Señor es contigo.

Tú la bendita entre las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre,

porque has engendrado al Salvador. (3)

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.