ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de santa Clara de Asís (1193-1253), discípula de san Francisco en el camino de la pobreza y de la simplicidad evangélica. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 11 de agosto

Salmo responsorial

Psaume 63 (64)

Escucha, oh Dios, la voz de mi gemido,
del terror del enemigo guarda mi vida;

ocúltame a la pandilla de malvados,
a la turba de los agentes de mal.

Los que afilan su lengua como espada,
su flecha apuntan, palabra envenenada,

para tirar a escondidas contra el íntegro,
le tiran de improviso y nada temen.

Se envalentonan en su acción malvada,
calculan para tender lazos ocultos,
dicen: "¿Quién lo observará

y escrutará nuestros secretos?"
El los escruta, aquel que escruta lo íntimo del hombre,
el corazón profundo.

Una saeta ha tirado Dios,
repentinas han sido sus heridas;

les ha hecho caer por causa de su lengua,
menean la cabeza todos los que los ven.

Todo hombre temerá.
anunciará la obra de Dios
y su acción comprenderá.

El justo se alegrará en Yahveh,
en él tendrá cobijo;
y se gloriarán todos los de recto corazón."

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.