ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 23 de agosto

Salmo responsorial

Psaume 70 (71)

¡Por tu justicia sálvame, libérame!
tiende hacia mí tu oído y sálvame!

¡Sé para mí una roca de refugio,
alcázar fuerte que me salve,
pues mi roca eres tú y mi fortaleza.

¡Dios mío, líbrame de la mano del impío,
de las garras del perverso y del violento!

Pues tú eres mi esperanza, Señor,
Yahveh, mi confianza desde mi juventud.

En ti tengo mi apoyo desde el seno,
tú mi porción desde las entrañas de mi madre;
¡en ti sin cesar mi alabanza!

Soy el asombro de muchos,
mas tú eres mi seguro refugio.

Mi boca está repleta de tu loa,
de tu gloria todo el día.

A la hora de mi vejez no me rechaces,
no me abandones cuando decae mi vigor.

Porque de mí mis enemigos hablan,
los que espían mi alma se conciertan:

¡Dios le ha desamparado, perseguidle,
apresadle, pues no hay quien le libere!

¡Oh Dios, no te estés lejos de mí,
Dios mío, ven pronto en mi socorro!

¡Confusión y vergüenza sobre aquellos
que acusan a mi alma;
cúbranse de ignominia y de vergüenza
los que buscan mi mal!

Y yo, esperando sin cesar,
más y más te alabaré;

publicará mi boca tu justicia,
todo el día tu salvación.

Y vendré a las proezas de Yahveh,
recordaré tu justicia, tuya sólo.

¡Oh Dios, desde mi juventud me has instruido,
y yo he anunciado hasta hoy tus maravillas!

Y ahora que llega la vejez y las canas,
¡oh Dios, no me abandones!,
para que anuncie yo tu brazo a todas las edades
venideras,
¡tu poderío

y tu justicia, oh Dios, hasta los cielos!
Tú que has hecho grandes cosas,
¡oh Dios!, ¿quién como tú?

Tú que me has hecho ver tantos desastres y desgracias,
has de volver a recobrarme.
Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra,

sustentarás mi ancianidad, volverás a consolarme,

Y yo te daré gracias con las cuerdas del arpa,
por tu verdad, Dios mío;
para ti salmodiaré a la cítara,
oh Santo de Israel.

Exultarán mis labios cuando salmodie para ti,
y mi alma, que tú has rescatado.

También mi lengua todo el día
musitará tu justicia:
porque han sido avergonzados, porque han enrojecido,
los que buscaban mi desgracia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.