ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 7 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Corintios 7,25-31

Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo, como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito. Por tanto, pienso que es cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así. ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a mujer? No la busques. Mas, si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos tendrán su tribulación en la carne, que yo quisiera evitaros. Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen. Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen. Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tras haber afrontado el tema del matrimonio en distintas situaciones, Pablo se dirige ahora a los jóvenes y a las jóvenes que están a punto de casarse para proponerles el ideal de la virginidad como comunión con Cristo sin distracciones y como espera de su llegada al final de los tiempos. El celibato –afirma Pablo– anuncia que el Reino de Dios ya está presente, que el Espíritu del Resucitado ya está actuando, que el fermento de la eternidad –el tiempo eterno en el que nadie se casa porque contemplamos al Señor– ya está presente en la vida de la comunidad cristiana. El apóstol demuestra una gran estima por el celibato libremente aceptado por amor al Reino. Decidir no casarse significa demostrar con la vida que no hace falta nada más que Dios. Podríamos decir que aquellos que eligen el celibato muestran la Iglesia que no necesita más sostén y ayuda que Dios. Solo Dios es su sostén. Eso es lo que el célibe, a pesar de todos sus límites, demuestra con su decisión. Pablo afirma con claridad que el celibato no es un mandamiento que el Señor dé a todos. En cualquier caso, el apóstol repropone a los cristianos de Corinto –y eso sí es un mandamiento evangélico– la primacía del Reino de Dios en su vida y en la de la comunidad. El apóstol dice a los corintios, y también a nuestras comunidades cristianas al inicio de este nuevo milenio, que el tiempo apremia. Sí, estamos al comienzo de un milenio, pero el tiempo apremia para vivir y comunicar el Evangelio del Reino. No debemos dejarnos atrapar por la esclavitud de nuestra psicología, de nuestros ritmos, de nuestras costumbres que hacen que nos quedemos atrás en el camino del Señor. La libertad del cristiano es obedecer el mandamiento del Señor y comunicar deprisa el Evangelio a todos llegando hasta los extremos de la tierra. Obedeciendo este mandamiento del Señor seremos de su agrado.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.