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Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

En la Basílica de Santa María in Trastevere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 19 de septiembre

En la Basílica de Santa María in Trastevere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Proverbios 3,27-35

No niegues un favor a quien es debido,
si en tu mano está el hacérselo. No digas a tu prójimo: "Vete y vuelve,
mañana te daré", si tienes algo en tu poder. No trames mal contra tu prójimo
cuando se sienta confiado junto a ti. No te querelles contra nadie sin motivo,
si no te ha hecho ningún mal. No envidies al hombre violento,
ni elijas ninguno de sus caminos; porque Yahveh abomina a los perversos,
pero su intimidad la tiene con los rectos. La maldición de Yahveh en la casa del malvado,
en cambio bendice la mansión del justo. Con los arrogantes es también arrogante,
otorga su favor a los pobres. La gloria es patrimonio de los sabios
y los necios heredarán la ignominia.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La Liturgia nos presenta hoy un pasaje del libro de los Proverbios, que transmite una amplia antología de la sabiduría de Israel. El texto empieza con el apelativo "hijo mío", como si quisiera recordar que solo siendo hijo se puede alcanzar la sabiduría. En la primera parte se describen las felices consecuencias de quien custodia la sabiduría: seguridad, serenidad y paz, sueño tranquilo y ausencia de miedo. El Señor "estará a tu lado y librará tus pies de la trampa", y la trampa indica las insidias y los peligros de la vida. En la segunda parte (vv. 27-35) el texto aborda por primera vez el tema de las relaciones con el prójimo. Ante todo invita a responder con generosidad a las peticiones de ayuda: "No niegues un favor a quien lo necesita, si en tu mano está el hacérselo. Si tienes algo, no digas a tu prójimo: "Vete y vuelve, mañana te daré". A continuación encontramos una serie de indicaciones referidas a la convivencia: tramar maldades contra quien vive junto a ti y confía en ti, discutir y envidiar al hombre violento por sus éxitos. Quien sigue los consejos de Dios no tiene nada que temer, porque Dios odia el mal y los malvados no triunfarán. Por eso debemos vivir con bondad y generosidad, sin dejar que la envidia y los celos nos dominen. La amistad del Señor es para los justos y "concede su favor a los humildes". El tema de la violencia y de la arrogancia, que contrastan con la bondad y la humildad, son recurrentes en los Proverbios. La sociedad en la que vivimos, pensando que la victoria es imponerse a los demás, nos acostumbra a responder a la violencia con más violencia, una tentación que tenemos cada día. Pero sabemos que "Todo el que se ensalce será humillado; y el que se humille será ensalzado". La sabiduría enseña humildad y capacidad de relacionarse con el prójimo con benevolencia y generosidad, porque solo dando encontramos la alegría y la paz del corazón.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.