ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de los santos Cosme y Damián, mártires sirios. La tradición los recuerda como médicos que curaban gratuitamente a los enfermos. Especial recuerdo de los que se dedican a la atención y la curación de los enfermos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 26 de septiembre

Salmo responsorial

Psaume 84 (85)

Propicio has sido, Yahveh, con tu tierra,
has hecho volver a los cautivos de Jacob;

has quitado la culpa de tu pueblo,
has cubierto todos sus pecados, Pausa.

has retirado todo tu furor,
has desistido del ardor de tu cólera.

¡Haznos volver, Dios de nuestra salvación,
cesa en tu irritación contra nosotros!

¿Vas a estar siempre airado con nosotros?
¿Prolongarás tu cólera de edad en edad?

¿No volverás a darnos vida
para que tu pueblo en ti se regocije?

¡Muéstranos tu amor, Yahveh,
y danos tu salvación!

Voy a escuchar de qué habla Dios.
Sí, Yahveh habla de paz
para su pueblo y para sus amigos,
con tal que a su torpeza no retornen.

Ya está cerca su salvación para quienes le temen,
y la Gloria morará en nuestra tierra.

Amor y Verdad se han dado cita,
Justicia y Paz se abrazan; "

la Verdad brotará de la tierra,
y de los cielos se asomará la Justicia.

El mismo Yahveh dará la dicha,
y nuestra tierra su cosecha dará;

La Justicia marchará delante de él,
y con sus pasos trazará un camino.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.