ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de los santos Cosme y Damián, mártires sirios. La tradición los recuerda como médicos que curaban gratuitamente a los enfermos. Especial recuerdo de los que se dedican a la atención y la curación de los enfermos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 26 de septiembre

Oración de intercesión

Oh Dios, ven a salvarnos.

Señor, ven pronto en nuestra ayuda.

Has escuchado, Señor,
el lamento de tu pueblo en Egipto.

Recibe el lamento de los oprimidos y de los exiliados.

Ven pronto en su ayuda
y serán salvados.

Has sanado Señor a los leprosos
que a ti se presentaban.

Cura a quien está enfermo,
quédate cerca de quien está necesitado.

Ven pronto en su ayuda y serán salvados.

Has liberado a los endemoniados,
libera a quien no es dueño de sí.

Ven pronto en su ayuda y serán salvados.

Has devuelto la vista a los ciegos,
has devuelto la fuerza a los paralíticos.

Haz que cada hombre sea capaz de ver y comunicar.

Ven pronto en su ayuda y serán salvados.

Has llamado los muertos a la vida,
los has restituido a la luz.

No permitas reine la muerte,
devuelve la vida a tus siervos.

Ven pronto en su ayuda y serán salvados.

Has comido con los pecadores,
has perdonado cada pecado.

Mira nuestra miseria y nuestra pena,
perdona todos nuestros pecados.

Ven pronto en nuestra ayuda y seremos salvados.

Porque eres un Dios bueno y amigo de los hombres.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.