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Liturgia del domingo
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 13 de noviembre

Homilía

El año litúrgico está llegando a su conclusión y la Liturgia nos exhorta a reflexionar sobre las "cosas últimas", sobre el "día abrasador como un horno" que está a punto de llegar, como escribe el profeta Malaquías. También el pasaje evangélico de Lucas subraya el tema del "fin de los tiempos". Pero el lenguaje escatológico que utiliza el evangelista no indica literalmente la caída de las construcciones y el fin de la tierra. Con ese lenguaje quiere indicar el fin de nuestro mundo, el fin de un cierto modo de concebir la vida, el fin de comportamientos que obedecen a ciertos ideales, a ciertas prioridades alejadas de la justicia y del Evangelio. En esa perspectiva, toda generación experimenta la dimensión escatológica de la vida, en el sentido que debe confrontarse con el fin del mundo en el que vive, piensa, opera y planifica. Ese es el mensaje de la profecía de Malaquías: "Está para llegar el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los malvados serán como paja" (3,19); es decir serán quemados y de ellos no quedará más que un puñado de cenizas. Para los justos, en cambio, aquel día "os alumbrará el sol de justicia con la salud en sus rayos". Son palabras que parecen graves también para nuestro tiempo y para lo que hacemos cada uno de nosotros: se cierne sobre nosotros un juicio. Esa es la sustancia del discurso sobre el "fin de los tiempos". Nosotros, ya hoy, vivimos un momento en el que el "sol de justicia" nos quemará como paja o nos hará trabajadores de un nuevo día. Eso no nos debe llevar a excitaciones apocalípticas o a frenéticos e irreflexivos movimientos, réplicas tal vez de un fácil milenarismo de final de siglo.
Es necesario que comprendamos la gravedad del tiempo presente y reforcemos el testimonio evangélico. También el pasaje evangélico (Lc 21,5-19) recuerda la radicalidad del compromiso evangélico por el día de hoy. Así lo hizo Jesús con los discípulos. El Señor tomó como ejemplo la majestuosa belleza del Templo de Jerusalén que debía suscitar orgullo y seguridad en los discípulos: en aquel templo que destacaba por sus mármoles y su decoración, los discípulos sentían una especie de garantía por su futuro y por el futuro del pueblo de Israel. Pero Jesús, con gran trascendencia, dijo: "De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra" (v. 6). Los discípulos, desconcertados por esta afirmación que hacía tambalear también su seguridad, preguntan cuándo tienen que suceder aquellas cosas, pensando tal vez que, si tenían que suceder, iba a ser al cabo de mucho tiempo. Jesús no contesta la pregunta de los discípulos, sino que les dice que estén atentos, que no se dejen engañar y que sean fieles testimonios del Evangelio.
No hay duda de que la nuestra es una época grave. Solo hay que pensar en lo que está sucediendo en grandes naciones o en la proliferación de las guerras, o en el resurgimiento del terrorismo. ¿No se parecen estos acontecimientos (y podríamos añadir muchos más) a las "señales" de las que habla Jesús en el Evangelio? Escuchamos de nuevo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo" (vv. 10-11). Estas palabras no se proyectan hacia un futuro lejano. Describen el mundo de hoy. Tal vez es más difícil encontrar lugares donde los cristianos hoy sean perseguidos. Jesús dice: "Os echarán mano y os perseguirán" (v. 12). Es cierto: no hay muchos lugares en la tierra donde los cristianos son perseguidos, pero los hay; sea como sea, no faltan los perseguidos (aunque no sean cristianos). Podríamos leer en este contexto los tristes episodios de intolerancia y racismo que siguen asolando nuestras ciudades.
Frente a todo eso Jesús afirma: "Esto os sucederá para que deis testimonio" (v. 13). Es decir, en medio de estos desastres el Evangelio pide a los discípulos un testimonio valiente y pleno. Este tiempo no es un tiempo de acomodaciones, de ajustes, de compromisos, para salvar lo salvable. Es necesario que el Evangelio brille con claridad en el rostro de los cristianos. En ese sentido estamos viviendo los "tiempos últimos", los tiempos en los que somos quemados como paja o resucitamos a un nuevo día.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.