ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 14 de noviembre

Salmo responsorial

Psaume 106 (107)

¡Aleluya!
Dad gracias a Yahveh, porque es bueno,
porque es eterno su amor.

Que lo digan los redimidos de Yahveh,
los que él ha redimido del poder del adversario,

los que ha reunido de entre los países,
de oriente y de poniente, del norte y mediodía.

En el desierto erraban, por la estepa,
no encontraban camino de ciudad habitada;

hambrientos, y sedientos,
desfallecía en ellos su alma.

Y hacia Yahveh gritaron en su apuro,
y él los libró de sus angustias,

les condujo por camino recto,
hasta llegar a ciudad habitada.

¡Den gracias a Yahveh por su amor,
por sus prodigios con los hijos de Adán!

Porque él sació el alma anhelante,
el alma hambrienta saturó de bienes.

Habitantes de tiniebla y sombra,
cautivos de la miseria y de los hierros,

por haber sido rebeldes a las órdenes de Dios
y haber despreciado el consejo del Altísimo,

él sometió su corazón a la fatiga,
sucumbían, y no había quien socorriera.

Y hacia Yahveh gritaron en su apuro,
y él los salvó de sus angustias,

los sacó de la tiniebla y de la sombra,
y rompió sus cadenas.

¡Den gracias a Yahveh por su amor,
por sus prodigios con los hijos de Adán!

Pues las puertas de bronce quebrantó,
y los barrotes de hierro hizo pedazos.

Embotados de resultas de sus yerros,
miserables a causa de sus culpas,

todo manjar les daba náusea,
tocaban ya a las puertas de la muerte.

Y hacia Yahveh gritaron en su apuro,
y él los salvó de sus angustias;

su palabra envió para sanarlos
y arrancar sus vidas de la fosa.

¡Den gracias a Yahveh por su amor,
por sus prodigios con los hijos de Adán!

Ofrezcan sacrificios de acción de gracias, y sus obras pregonen con gritos de alegría.

Los que a la mar se hicieron en sus naves,
llevando su negocio por las muchas aguas,

vieron las obras de Yahveh,
sus maravillas en el piélago.

Dijo, y suscitó un viento de borrasca,
que entumeció las olas;

subiendo hasta los cielos, bajando hasta el abismo,
bajo el peso del mal su alma se hundía;

dando vuelcos, vacilando como un ebrio,
tragada estaba toda su pericia.

Y hacia Yahveh gritaron en su apuro,
y él los sacó de sus angustias;

a silencio redujo la borrasca,
y las olas callaron.

Se alegraron de verlas amansarse,
y él los llevó hasta el puerto deseado.

¡Den gracias a Yahveh por su amor,
por sus prodigios con los hijos de Adán!

¡Ensálcenle en la asamblea del pueblo,
en el concejo de los ancianos le celebren!

El cambia los ríos en desierto,
y en suelo de sed los manantiales,

la tierra fértil en salinas,
por la malicia de sus habitantes.

Y él cambia el desierto en un estanque,
y la árida tierra en manantial.

Allí asienta a los hambrientos,
y ellos fundan una ciudad habitada.

Y siembran campos, plantan viñas,
que producen sus frutos de cosecha.

El los bendice y crecen mucho
y no deja que mengüen sus ganados.

Menguados estaban, y abatidos
por la tenaza del mal y la aflicción.

El que vierte desprecio sobre príncipes,
los hacía errar por caos sin camino.

Mas él recobra de la miseria al pobre,
aumenta como un rebaño las familias;

los hombres rectos lo ven y se recrean,
y toda iniquidad cierra su boca.

¿Hay algún sabio? ¡Que guarde estas cosas,
y comprenda el amor de Yahveh!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.