ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por los enfermos.
La Iglesia bizantina venera hoy a san Saba (+532) "archimandrita de todos los eremitorios de Palestina".
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 5 de diciembre

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por los enfermos.
La Iglesia bizantina venera hoy a san Saba (+532) "archimandrita de todos los eremitorios de Palestina".


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 84 (85), 9-14

9 Voy a escuchar de qué habla Dios.
Sí, Yahveh habla de paz
para su pueblo y para sus amigos,
con tal que a su torpeza no retornen.
10 Ya está cerca su salvación para quienes le temen,
y la Gloria morará en nuestra tierra.
11 Amor y Verdad se han dado cita,
Justicia y Paz se abrazan; "
12 la Verdad brotará de la tierra,
y de los cielos se asomará la Justicia.
13 El mismo Yahveh dará la dicha,
y nuestra tierra su cosecha dará;
14 La Justicia marchará delante de él,
y con sus pasos trazará un camino.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El salmo 84 canta la alegría del pueblo de Israel que ha regresado del exilio de Babilonia. El pueblo ha comprendido que ha sido la desobediencia al Señor la que lo ha puesto en manos de los babiloneses. En medio del exilio ha invocado al Señor para que le salve de la esclavitud: “¡Restáuranos, Dios salvador nuestro, cesa en tu irritación contra nosotros!” (v. 5). El pueblo sabe que Dios no lo abandona. De hecho, el Señor es bueno con Israel, incluso cuando se aleja de Él. La fe es en el Señor, no en nosotros mismos. Y Dios es fiel para siempre. Por esto llega incluso a borrar el pecado de su pueblo. Y el salmista lo recuerda: “has quitado la culpa de tu pueblo, has cubierto todos sus pecados” (v. 3). Mientras el pueblo está reunido en asamblea, el salmista -estamos en la segunda parte del salmo 84, en el versículo 9- hace levantar una voz que, en nombre de todos, exclama: “Escucharé lo que habla Dios. Sí, el Señor habla de futuro” (v. 9). Es la voz de la predicación que recuerda a toda la asamblea que el Señor anuncia el “futuro”, la paz. Todos necesitamos reunirnos para escuchar al Señor que conduce nuestros pasos por el camino de la paz. Sabemos que en el lenguaje bíblico el término paz encierra la suma de los bienes que necesitamos, es decir, libertad, justicia y fraternidad. Por esto el salmista recuerda que la salvación del Señor “se acerca a sus adeptos”, a quien sigue su palabra con disponibilidad del corazón. Y el salmista, como mostrando la eficacia histórica de la cercanía del Señor a su pueblo, imagina el futuro nuevo del mundo personificando sus virtudes: en el nuevo tiempo inaugurado por el Señor el amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se besarán. El salmista no delinea un mundo abstracto y lejano. Al contrario, delinea su intervención a través del cambio de los corazones de los hombres y por tanto en la transformación del rostro de la historia que tiene un nuevo curso, dejando de estar ya marcada por la mentira y el odio, la injusticia y el conflicto, sino precisamente por el amor y la verdad, la justicia y la paz. Este tiempo nuevo, el tiempo de la plenitud del amor y de la paz, ha comenzado con Jesús, el príncipe de la paz que ha amado a los hombres hasta dar su misma vida por su salvación. Por esto la tradición cristiana hace de este salmo el canto de la paz mesiánica. Y a los creyentes se les recuerda que sigan al Señor: “con sus pasos le abrirá camino” (v. 14).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.