ORACIÓN CADA DÍA

Oración del tiempo de Navidad
Palabra de dios todos los dias

Oración del tiempo de Navidad

Las Iglesias ortodoxas que siguen el calendario juliano festejan la Navidad del Señor.
Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración del tiempo de Navidad
Sábado 7 de enero

Las Iglesias ortodoxas que siguen el calendario juliano festejan la Navidad del Señor.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 149,1-6

1 ¡Aleluya!

2 ¡Cantad a Yahveh un cantar nuevo:
su alabanza en la asamblea de sus amigos!
3 ¡Regocíjese Israel en su hacedor,
los hijos de Sión exulten en su rey;
4 alaben su nombre con la danza,
con tamboril y cítara salmodien para él!
5 Porque Yahveh en su pueblo se complace,
adorna de salvación a los humildes.
6 Exalten de gloria sus amigos,
desde su lecho griten de alegría:

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

“Cantad al Señor un cántico nuevo” (v. 1), así comienza el salmo 149, el penúltimo del Salterio. El salmista invita a la alegría a los “fieles”, a los píos (hasidim) israelitas. Con este nombre eran llamados los combatientes de la revolución macabea contra el poder represivo de Antíoco IV. El salmo aparece por tanto como un himno escrito para los que combatían para defender la libertad de Israel. Estos eran creyentes y a la vez combatientes. Por esto el salmista canta: “con elogios a Dios en su garganta, y en su mano espada de dos filos” (v.6). A ellos les corresponde “tomar venganza de las naciones e infligir el castigo a los pueblos, para atar con cadenas a sus reyes, con grillos de hierro a sus magnates” (vv. 7-8). Estos caballeros de Dios son implacables golpeando el enemigo, convencidos como están del apoyo de Dios, del que ellos ejecutan “la sentencia escrita” (v. 9). Cierto, no es posible partir de aquí para hablar de una especie de justificación de la guerra justa. Por lo demás, no faltan motivos para defender la libertad del pueblo de Dios contra el dominio de los poderosos. Sin embargo, siempre es una guerra. Y el cristiano no puede olvidar que el camino escogido por Jesús es siempre el del amor. La violencia nunca tiene el nombre de Dios. Este salmo, en los versículos ligados a la “espada de dos filos” debe ser interpretado en sentido espiritual, es decir, como la lucha del creyente contra las implacables fuerzas del mal que muestran una extraordinaria capacidad de dominio. El fiel sabe que tiene junto a sí al verdadero soberano de la historia (v. 9) que domina sobre todos y sobre todo. Y es singular que el salmista use también el término “anawin”, es decir, “pobres”, elegidos por el Señor para la victoria: “el Señor se complace en su pueblo, adorna de salvación a los desvalidos” (v. 4). Los pobres de los que habla el salmista no son sólo los oprimidos, los míseros, los perseguidos por la justicia, sino también los creyentes, es decir, los que ponen toda su confianza en el Señor. Creyentes y pobres están estrechamente unidos los unos a los otros: ambos dependen completamente del Señor, es más, forma un único pueblo. El profeta Sofonías exhortaba a los “anawin”: “Buscad al Señor, vosotros, humildes de la tierra, que cumplís sus mandatos; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el Día de la ira del Señor” (2, 3). Ellos, que parecen los derrotados de la historia, son en realidad los vencedores. Y aparecerá con claridad en el Evangelio, cuando Jesús mismo, “manso y humilde de corazón”, se identificará con ellos y con su muerte y resurrección derrotará definitivamente el mal y la muerte.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.