ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 18 de enero

Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Salmo 109 (110), 1-4

1 Oráculo del Señor a mi Señor:
  «Siéntate a mi diestra,
  hasta que haga de tus enemigos
  estrado de tus pies».

2 El cetro de tu poder
  extenderá el Señor desde Sión:
  ¡domina entre tus enemigos!

3 Ya te pertenecía el principado
  el día de tu nacimiento;
  un esplendor sagrado
  llevas desde el seno materno,
  desde la aurora de tu juventud.

4 Lo ha jurado el Señor
  y no va a retractarse:
  «Tú eres por siempre sacerdote,
  según el orden de Melquisedec».

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La liturgia nos hace rezar de nuevo con el salmo 109. Como hemos visto hace dos días, es el salmo más citado del Nuevo Testamento. Y era bien conocido también por Jesús, visto que tomó de este salmo las palabras con las que respondió al sumo sacerdote que lo interrogaba sobre su identidad. Jesús explicitaba de esta forma el sentido mesiánico del salmo. En su discurso, el apóstol Pedro expuso el misterio de Jesús con las imágenes de este salmo: “A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Así pues, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado; esto es lo que vosotros veis y oís. Pues David no subió a los cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies’” (Hch 2, 32-35). Con estas palabras el apóstol Pedro parece describir la obra de Jesús desde aquel momento en adelante. La resurrección de Jesús es interpretada como la ascensión de Jesús hasta la “diestra de Dios” para asumir todo el poder, por tanto derrotar el mal (poniéndolo “a tus pies”) e instaurar el reino de los cielos. Es la conclusión del discurso de Pedro: “Sepa, pues, con certeza todo Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a ese Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hch 2, 36). Escuchando estas palabras y la imagen del salmo, el pensamiento se dirige al mosaico del ábside de la Basílica de Santa María en Trastevere, que parece comentar la imagen del salmo. El artista ha puesto en el centro del mosaico el trono real con Jesús que tiene a su diestra a María, mientras Pedro y los demás santos están alrededor pero fuera del trono. Es una escena llena de significado simbólico: Jesús, que conserva en cualquier caso el centro del ábside (el trono se alarga hacia la derecha), ha querido poner a su diestra a María, que lleva en la mano el rollo con la cita del salmo. En María se simboliza la Iglesia, la comunidad de creyentes. Se puede decir que lo que el Padre ha hecho con el Hijo, es decir, ponerlo a su diestra, Jesús lo hace con la Madre (la Iglesia), ponerla a su diestra. Y Jesús la abraza tiernamente. En esa imagen de Jesús que abraza a María poniéndola sobre su mismo trono, se delinea la misión del nuevo pueblo de Dios que es a la vez “real”, como dice el salmo al comienzo a propósito del rey, pero también “sacerdotal”, como se lee en el salmo cuando afirma: “Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec” (v. 4). La Iglesia, cuerpo de Cristo, es este nuevo pueblo al que el Señor confía su misma misión. Si bien todavía sobre la tierra, la Iglesia está ya en cierto modo en el cielo. A ella se le ha confiado la tarea de ser profeta del nuevo reino de amor y de paz. Y también el poder real de cambiar los corazones y la historia del mundo. Y de la misma forma el poder sacerdotal de intercesión y de oferta a Dios del mundo entero hasta que la muerte sea vencida y todo se haya recapitulado en Cristo Jesús.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.