ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de Martin Luther King, asesinado en 1968 en Memphis, Estados Unidos. Con él recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 4 de abril

Salmo responsorial

Salmo 7

Yahveh, Dios mío, a ti me acojo,
sálvame de todos mis perseguidores, líbrame;

¡que no arrebate como un león mi vida
el que desgarra, sin que nadie libre!

Yahveh, Dios mío, si algo de esto hice,
si hay en mis manos injusticia,

si a mi bienhechor con mal he respondido
si he perdonado al opresor injusto,

¡que el enemigo me persiga y me alcance,
estrelle mi vida contra el suelo,
y tire mis entrañas por el polvo! Pausa.

Levántate, Yahveh, en tu cólera,
surge contra los arrebatos de mis opresores,
despierta ya, Dios mío,
tú que el juicio convocas.

Que te rodee la asamblea de las naciones,
y tú en lo alto vuélvete hacia ella.

(Yahveh, juez de los pueblos.)
Júzgame, Yahveh, conforme a mi justicia
y según mi inocencia.

Haz que cese la maldad de los impíos,
y afianza al justo,
tú que escrutas corazones y entrañas,
oh Dios justo.

Dios, el escudo que me cubre,
el salvador de los de recto corazón;

Dios, el juez justo,
tardo a la cólera,
pero Dios amenazante en todo tiempo

para el que no se vuelve.
Afile su espada el enemigo,
tense su arco y lo apareje,

para sí solo prepara armas de muerte,
hace tizones de sus flechas;

vedle en su preñez de iniquidad,
malicia concibió, fracaso pare.

Cavó una fosa, recavó bien hondo,
mas cae en el hoyo que él abrió;

revierte su obra en su cabeza,
su violencia en su cerviz recae.

Doy gracias a Yahveh por su justicia,
salmodio al nombre de Yahveh, el Altísimo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.