ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Memoria del genocidio de 1994 en Ruanda.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 7 de abril

Memoria del genocidio de 1994 en Ruanda.


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Juan 10,31-42

Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?» Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.» Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley:
Yo he dicho: dioses sois? Si llama dioses
a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios
- y no puede fallar la Escritura - a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo,
¿cómo le decís que blasfema por haber dicho:
"Yo soy Hijo de Dios"? Si no hago las obras de mi Padre,
no me creáis; pero si las hago,
aunque a mí no me creáis,
creed por las obras,
y así sabréis y conoceréis
que el Padre está en mí y yo en el Padre.» Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad.» Y muchos allí creyeron en él.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ante la explosión de odio y el intento de lapidación suscitados por la predicación del Evangelio, Jesús reacciona con la calma de quien sabe que está haciendo la voluntad del Padre que está en los cielos, y les dice a los que tratan de lapidarlo: "Muchas obras buenas de parte del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?" Los judíos responden que su dura reacción no nace de ninguna acción incorrecta de Jesús sino de su pretensión -ésta sí insoportable- de hacerse semejante a Dios. No reaccionan así los pobres y los débiles ayudados, amados y curados que continuaban escuchándolo y siguiéndolo. Ellos han comprendido que ese amor no podía venir sino de Dios. Sin embargo quien mira con orgullo y frialdad el Evangelio y las obras que se derivan de él permanece ciego, y para defenderse de ese amor, que pretende el compromiso de quien lo escucha, se propone de nuevo la objeción que parece más lógica: "No es posible que la salvación pueda venir del Evangelio, de la debilidad de la Iglesia, del humilde testimonio de los discípulos". Éste es el sentido de la acusación: "Tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios". Jesús es ciertamente verdadero hombre, pero también verdadero Dios. Es el misterio de Jesús que el Evangelio nos revela, y que a su vez se transmite a la Iglesia, obra del hombre y a la vez de Dios. El apóstol Pablo la define como "cuerpo de Cristo": a través de la Iglesia, sus sacramentos, la predicación del Evangelio, entramos en contacto directo con Dios. En ese sentido podríamos decir que la Iglesia es la obra de Cristo, más aún, su propio "cuerpo" que se perpetúa en el tiempo. La comunidad cristiana es el sacramento, el signo de la presencia de Jesús a lo largo de la historia. Estas afirmaciones no sólo no detienen a los judíos sino que les convencen para capturar a Jesús. Pero él escapa de ellos. El evangelista Juan quiere subrayar que no son los enemigos los que capturan a Jesús, sino que es Jesús quien se entrega a ellos por amor. De momento se aleja, retirándose al lugar en que Juan bautizaba, donde muchos acudían a él y le escuchaban.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.