ORACIÓN CADA DÍA

Palabra de dios todos los dias

Domingo de la Ascensión
Recuerdo de los santos Addai y Mari, fundadores de la Iglesia caldea. Oración por los cristianos en Irak.
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Libretto DEL GIORNO
Domingo 28 de mayo

Salmo responsorial

Salmo 46 (47)

¡Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de alegría!

Porque Yahveh, el Altísimo, es terrible,
Rey grande sobre la tierra toda.

El somete a nuestro yugo los pueblos,
y a las gentes bajo nuestros pies;

él nos escoge nuestra herencia,
orgullo de Jacob, su amado.

Sube Dios entre aclamaciones,
Yahveh al clangor de la trompeta:

¡salmodiad para nuestro Dios, salmodiad,
salmodiad para nuestro Rey, salmodiad!

Que de toda la tierra él es el rey:
¡salmodiad a Dios con destreza!

Reina Dios sobre las naciones,
Dios, sentado en su sagrado trono.

Los príncipes de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham.

Pues de Dios son los escudos de la tierra,
él, inmensamente excelso.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.