ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 8 de junio

Salmo responsorial

Salmo 30 (31)

En ti, Yahveh, me cobijo,
¡oh, no sea confundido jamás!
¡Recóbrame por tu justicia, líbrame,

tiende hacia mí tu oído, date prisa!
Sé para mí una roca de refugio,
alcázar fuerte que me salve;

pues mi roca eres tú, mi fortaleza,
y, por tu nombre, me guías y diriges.

Sácame de la red que me han tendido,
que tú eres mi refugio;

en tus manos mi espíritu encomiendo,
tú, Yahveh, me rescatas.
Dios de verdad,

tú detestas
a los que veneran vanos ídolos;
mas yo en Yahveh confío:

¡exulte yo y en tu amor me regocije!
Tú que has visto mi miseria,
y has conocido las angustias de mi alma,

no me has entregado en manos del enemigo,
y has puesto mis pies en campo abierto.

Tenme piedad, Yahveh,
que en angustias estoy.
De tedio se corroen mis ojos,
mi alma, mis entrañas.

Pues mi vida se consume en aflicción,
y en suspiros mis años;
sucumbe mi vigor a la miseria,
mis huesos se corroen.

De todos mis opresores
me he hecho el oprobio;
asco soy de mis vecinos,
espanto de mis familiares.
Los que me ven en la calle
huyen lejos de mí;

dejado estoy de la memoria como un muerto,
como un objeto de desecho.

Escucho las calumnias de la turba,
terror por todos lados,
mientras se aúnan contra mí en conjura,
tratando de quitarme la vida.

"Mas yo confío en ti, Yahveh,
me digo: ""¡Tú eres mi Dios!"" "

Está en tus manos mi destino, líbrame
de las manos de mis enemigos y perseguidores;

haz que alumbre a tu siervo tu semblante,
¡sálvame, por tu amor!

Yahveh, no haya confusión para mí, que te invoco,
¡confusión sólo para los impíos;
que bajen en silencio al seol,

enmudezcan los labios mentirosos
que hablan con insolencia contra el justo,
con orgullo y desprecio!

¡Qué grande es tu bondad, Yahveh!
Tú la reservas para los que te temen,
se la brindas a los que a ti se acogen,
ante los hijos de Adán.

Tú los escondes en el secreto de tu rostro,
lejos de las intrigas de los hombres;
bajo techo los pones a cubierto
de la querella de las lenguas.

¡Bendito sea Yahveh que me ha brindado
maravillas de amor
(en ciudad fortificada)!

" ¡Y yo que decía en mi inquietud:
""Estoy dejado de tus ojos!""
Mas tú oías la voz de mis plegarias,
cuando clamaba a ti."

Amad a Yahveh, todos sus amigos;
a los fieles protege Yahveh,
pero devuelve muy sobrado
al que obra por orgullo.

¡Valor, que vuestro corazón se afirme,
vosotros todos que esperáis en Yahveh!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.