ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de santa Madre Teresa de Calcuta, que murió en 1997.
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Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 5 de septiembre

Salmo responsorial

Psaume 65 (66)

Aclamad a Dios, la tierra toda,
salmodiad a la gloria de su nombre,
rendidle el honor de su alabanza,

decid a Dios: ¡Qué terribles tus obras!
Por la grandeza de tu fuerza,
tus enemigos vienen a adularte;

toda la tierra se postra ante ti,
y salmodia para ti, a tu nombre salmodia. Pausa.

Venid y ved las obras de Dios,
temible en sus gestas por los hijos de Adán:

él convirtió el mar en tierra firme,
el río fue cruzado a pie.
Allí, nuestra alegría en él,

que por su poder domina para siempre.
Sus ojos vigilan las naciones,
no se alcen los rebeldes contra él. Pausa.

Pueblos, bendecid a nuestro Dios,
haced que se oiga la voz de su alabanza,

él, que devuelve nuestra alma a la vida,
y no deja que vacilen nuestros pies.

Tú nos probaste, oh Dios,
nos purgaste, cual se purga la plata;

nos prendiste en la red,
pusiste una correa a nuestros lomos,

dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara,
por el fuego y el agua atravesamos;
mas luego nos sacaste para cobrar aliento.

Con holocaustos entraré en tu Casa,
te cumpliré mis votos,

los que abrieron mis labios,
los que en la angustia pronunció mi boca.

Te ofreceré pingües holocaustos,
con el sahumerio de carneros,
sacrificaré bueyes y cabritos. Pausa.

Venid a oír y os contaré,
vosotros todos los que teméis a Dios,
lo que él ha hecho por mí.

A él gritó mi boca,
la alabanza ya en mi lengua.

Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad,
el Señor no me habría escuchado.

Pero Dios me ha escuchado,
atento a la voz de mi oración.

¡Bendito sea Dios,
que no ha rechazado mi oración
ni su amor me ha retirado!

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.