ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

En la Basílica de Santa Maria in Trastevere de Roma se reza por la paz.
Recuerdo de la deportación de los judíos de Roma en 1943 durante la Segunda Guerra Mundial.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 16 de octubre

Salmo responsorial

Psaume 78 (79)

Oh Dios, han invadido tu heredad las gentes,
han profanado tu sagrado Templo;
han dejado en ruinas a Jerusalén,

han entregado el cadáver de tus siervos
por comida a los pájaros del cielo,
la carne de tus amigos a las bestias de la tierra.

Han derramado como agua su sangre
en torno a Jerusalén, ¡y nadie sepultaba!

Nos hemos hecho la irrisión de los vecinos,
burla y escarnio de nuestros circundantes.

¿Hasta cuándo, Yahveh, tu cólera? ¿hasta el fin?
¿han de quemar tus celos como fuego?

Derrama tu furor sobre las gentes,
que no te reconocen,
y sobre los reinos
que tu nombre no invocan.

Porque han devorado a Jacob
y han devastado su dominio.

No recuerdes contra nosotros culpas de antepasados,
vengan presto a nuestro encuentro tus ternuras,
pues estamos abatidos del todo;

ayúdanos, Dios de nuestra salvación,
por amor de la gloria de tu nombre;
líbranos, borra nuestros pecados,
por causa de tu nombre.

¿Por qué han de decir las gentes: "¿Dónde está su Dios?"
¡Que entre las gentes se conozca, a nuestros propios
ojos,
la venganza de la sangre de tus siervos derramada!

¡Llegue hasta ti el suspiro del cautivo,
con la grandeza de tu brazo preserva a los hijos de la
muerte!

¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos, en su entraña,
su afrenta, la afrenta que te han hecho, Señor!

Y nosotros, tu pueblo, rebaño de tu pasto,
eternamente te daremos gracias,
de edad en edad repetiremos tu alabanza.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.