ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 13 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 22,22-29

Le estuvieron escuchando hasta estas palabras y entonces alzaron sus voces diciendo: «¡Quita a ése de la tierra!; ¡no es justo que viva!» Vociferaban, agitaban sus vestidos y arrojaban polvo al aire. El tribuno mandó llevarlo dentro del cuartel y dijo que lo sometieran a los azotes para averiguar por qué motivo gritaban así contra él. Cuando le tenían estirado con las correas, dijo Pablo al centurión que estaba allí: «¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haberle juzgado?» Al oír esto el centurión fue donde el tribuno y le dijo: «¿Qué vas a hacer? Este hombre es ciudadano romano.» Acudió el tribuno y le preguntó: «Dime, ¿eres ciudadano romano?» - «Sí», respondió. - «Yo, dijo el tribuno, conseguí esta ciudadanía por una fuerte suma.» - «Pues yo, contestó Pablo, la tengo por nacimiento.» Al momento se retiraron los que iban a darle tormento. El tribuno temió al darse cuenta que le había encadenado siendo ciudadano romano.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Al finalizar su discurso, la multitud gritó contra él para que fuera eliminado. A pesar de su contundente testimonio, no había logrado convencer a la multitud. Pablo es interrumpido cuando recuerda la tarea que había recibido de anunciar el Evangelio a los paganos. En realidad, la afirmación no era motivo de gran escándalo, pues también el judaísmo hacía prosélitos, es decir, seguidores provenientes del mundo pagano. El problema radicaba en el hecho de que Pablo, de ese modo, declaraba superada la Ley. La reacción de la gente es violenta, grita, se rasga los vestidos y arroja polvo al aire. El tribuno repitiendo sin saberlo la escena de Pilato en el pretorio con Jesús, para deshacerse de Pablo, lo hace azotar. En aquella época la flagelación se utilizaba habitualmente para obtener confesiones. Entonces, Pablo, para evitar que lo flagelaran, declara que es ciudadano romano. Ante tal afirmación, todos quedan asombrados y los soldados son presa del pánico. El ciudadano romano no podía ni ser atado ni aún menos ser flagelado sin un proceso en regla. Pablo se presenta no solo como un perfecto judío, sino también como un romano en el sentido pleno del término. Mientras que el tribuno había tenido que comprar la ciudadanía a un alto precio, Pablo es romano desde su nacimiento. Entonces los soldados se alejan inmediatamente de Pablo y el tribuno es presa del miedo porque ha ido en contra del derecho atando a un ciudadano romano. Tal vez Pablo todavía no se da cuenta, pero de ese modo sienta las premisas para predicar la fe cristiana en Roma, la capital del Imperio. El apóstol llegará a la ciudad como preso, pero las cadenas que tiene en pies y manos no le impedirán testimoniar el Evangelio hasta derramar su sangre. Para Pablo, el Evangelio y su predicación son más preciosos que su misma vida.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.