ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de san Nicolás († 343), cuyas reliquias se encuentran en Bari. Fue obispo en Mira, en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 6 de diciembre

Recuerdo de san Nicolás († 343), cuyas reliquias se encuentran en Bari. Fue obispo en Mira, en Asia menor (la actual Turquía), y es venerado en todo Oriente


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 15,29-37

Pasando de allí Jesús vino junto al mar de Galilea; subió al monte y se sentó allí. Y se le acercó mucha gente trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos; los pusieron a sus pies, y él los curó. De suerte que la gente quedó maravillada al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban curados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.» Le dicen los discípulos: «¿Cómo hacernos en un desierto con pan suficiente para saciar a una multitud tan grande?» Díceles Jesús: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos dijeron: «Siete, y unos pocos pececillos.» El mandó a la gente acomodarse en el suelo. Tomó luego los siete panes y los peces y, dando gracias, los partió e iba dándolos a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y de los trozos sobrantes recogieron siete espuertas llenas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Habiendo regresado a Galilea, Jesús sube nuevamente al monte. Probablemente se trataba de una elevación en la parte nororiental del lago que la gente alcanza fácilmente llevando consigo a los enfermos para que Jesús los curase. Aquel lugar alto, que permite entrever la intimidad única entre el Hijo y el Padre, se transforma en una especie de santuario donde llevar a los enfermos, a los pobres y los cojos para ser acogidos y curados. En efecto, Jesús curaba a aquellos enfermos y a todos les dirigía su palabra. El texto sugiere que todo aquello sucede durante tres días seguidos, casi sin interrupción. La decisión de aquella gente que seguía estando con Jesús a pesar de las incomodidades contrasta con nuestra pereza y con nuestra distracción ante la Palabra de Dios. Aquella multitud había pasado tres días enteros escuchando a Jesús. Al final es Jesús quien se conmueve y decide, después de haber alimentado sus corazones con el pan de la Palabra, alimentarles también con el pan material, como subrayando que a Jesús le interesa toda nuestra vida, tanto la del corazón como la del cuerpo. Los discípulos muestran su insensibilidad ante la situación de aquella multitud. No tienen en consideración su necesidad de alimentarse. Y cuando Jesús se lo hace notar, no saben hacer otra cosa más que expresar su resignación: no es posible hacer nada. Jesús, que nunca se resigna, les invita a buscar el pan entre la gente. Es la segunda vez que se narra este milagro. Y tiene lugar en una región pagana -periférica podríamos decir- para mostrar que todos esperan el alimento de Jesús. Los discípulos, obedientes al mandamiento de Jesús, encuentran siete panes. A diferencia de la narración de la primera multiplicación, el número de panes es siete, como después serán siete las cestas que recogen los que se quedan. Siete indica totalidad. Es como decir que no se trata de una simple limosna, sino de un verdadero alimento. Esta es la tarea que Jesús confía a su Iglesia, a sus discípulos. No es casualidad que sean siete los diáconos que son elegidos para realizar el servicio a la mesa. Jesús toma aquellos siete panes y los multiplica para todas aquellas cuatro mil personas presentes. Es un milagro que nace de un amor apasionado por aquella multitud cansada y hambrienta. Esta página evangélica nos invita a tener la misma compasión de Jesús por los débiles y por los pobres a fin de participar también nosotros en el milagro de la multiplicación del amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.