... Mientras Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡crecer destruyendo!
La avaricia, la intolerancia, la ambición de poder… son motivos que alimentan el espíritu bélico, y estos motivos a menudo encuentran justificación en una ideología; pero antes está la pasión, el impulso desordenado. La ideología es una justificación, y cuando no es la ideología, está la respuesta de Caín: “¿A mí qué me importa de mi hermano?'', ''¿Soy yo el guardián de mi hermano?'' La guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres… “¿A mí qué me importa?”.
Sobre la entrada a este cementerio, se alza el lema desvergonzado de la guerra: “¿A mí qué me importa?”. Todas estas personas, quereposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños… pero sus vidas quedaron truncadas. ¿Por qué? Porque la humanidad dijo: “¿A mí qué me importa?”...
De la homilía en el Monumento Militar de Redipuglia, 13 de septiembre de 2014 |