Integrar a los refugiados. Un signo del año jubilar

Integrar a los refugiados. Un signo del año jubilarCon motivo de la clausura del Año del Jubileo de la Misericordia la archidiócesis de Barcelona celebró un acto multitudinario en la Basílica de Santa María del Mar. Una de las intervenciones más conmovedoras fue la de Diana, una joven refugiada siria que tuvo que huir de su ciudad natal, Alepo, como consecuencia de la guerra, y que actualmente participa con la Comunidad de Sant’Egidio. Su familia, de origen armenio llegó a Alepo huyendo del genocidio de su pueblo durante la Primera Guerra Mundial. 

Hoy Alepo es “una de las ciudades más tristes del mundo, - recordó Diana - pero pocos conocen la ciudad querida que vive en mi corazón y en mi memoria. En mi Alepo “Halab” vivíamos juntos musulmanes y cristianos de diferentes confesiones, sirios, armenios, kurdos, turcomanos, iraquíes y palestinos”. Actualmente las compañeras de su curso de universidad están repartidas en 15 países. Diana explicó que en Barcelona “mi hermana y yo conocimos a la Comunidad de San Egidio en un “Iftar” de Ramadán en la Rambla del Raval. Imaginad mi primer encuentro: dos chicas de Siria, que es un país musulmán, encontrando una comunidad católica en Barcelona en una celebración musulmana!! Comprendí que aquella realidad era una representación del mundo que quiero vivir donde la cohabitación y el amor sean realidad.

Desde hace 5 meses ya somos parte de esta familia que es Sant’Egidio. Esta familia que ayuda a todos, pero especialmente a los más pobres y también nos ayuda a curar las heridas que hay en nuestros corazones…. He comprendido que las instituciones acogen, pero sólo las comunidades integran, nos dan el espacio para continuar viviendo nuestra religiosidad.” Estas últimas palabras fueron recogidas por el arzobispo de Barcelona, Mons. Juan José Omella, que subrayó que éste debería ser el camino de la archidiócesis para él y agradeció el testimonio “que nos ha acercado al drama de Siria”.

Esta joven, que visita los ancianos de una residencia, acabó su intervención  expresando un deseo que empieza a ser realidad: “salir de mí misma y encontrar a los pobres me ayuda a vivir el Evangelio y encontrar coraje personal para dejar de mirarnos nuestras heridas y empezar a curar las de los demás.”