Hoy abre sus puertas la escuela con los primeros 300 niños rohinyás del campo de refugiados de Jamtholi

Una vez superada en parte la epidemia de cólera y de difteria que ha afectado a una considerable parte de la población rohinyá de los campos de refugiados de Bangladés –sobre todo durante el mes de diciembre y principios de enero– se divisa en el horizonte una nueva amenaza. Se trata de la llegada anual de los monzones –que este año se prevén especialmente largos e intensos– junto a un ciclón que llegará seguramente por el noreste, hacia mediados del próximo mes de abril.

Teniendo en cuenta que las chabolas están en pendientes de arena poco estable, es altamente probable que muchas se desmoronen, que haya desplazamientos del terreno en un 60% de las viviendas provisionales, y por consiguiente, que hagan falta lugares de protección. Monzones significa también una posible difusión del cólera. Por eso Sant'Egidio, continuando su trabajo junto a MOAS (Migrant Offshore Aid Station) en las clínicas de campo de Shamlapur y de Unchiprang, ha repartido estos días abundante ayuda médica para hacer frente a la situación.

¡Al colegio!
Al mismo tiempo, para responder a la gran necesidad de los niños, que ya son más de la mitad de la población rohinyá de los campos –se habla actualmente de 520.000 niños– Sant'Egidio ha abierto una escuela para 300 niños, en el campo de refugiados de Jamtholi.

Desde hoy la escuela funciona seis días a la semana, del sábado al jueves, de las 9.00 a las 15.00, con tres turnos de 100 niños.

Los profesores son cuatro refugiados rohinyás que eran maestros en Rakhine antes de huir. Actualmente se imparten las clases en una chabola provisional, a la espera de empezar las obras de un centro más grande y estable en un terreno que ya se ha elegido y para el que ya han dado autorización. La obra es una colaboración con los voluntarios de Dreamers y de la Muhammadiyah, que también gestionan un pequeño centro nutricional.

La escuela es un símbolo de esperanza para el futuro de los rohinyás, en un momento en el que la situación sigue bloqueada: la perspectiva de una posible «repatriación» anunciada por el Gobierno de Bangladés tras el encuentro con el Gobierno de Birmania en Naypyidaw, el pasado 16 de enero, está encontrando grandes problemas.

La eventual repatriación está sujeta a la concesión a los rohinyás de la nacionalidad birmana, y se concederá (según los acuerdos suscritos) a no más de 300 personas por día. ¡Eso significa eliminar los campos en un plazo de diez años!

La escuela es el primer paso para intentar que esta larguísima fase de emergencia sea un tiempo útil, que prepare a las nuevas generaciones para un futuro que esperamos que viva un proceso de integración en una sociedad multiétnica. 

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