El 29 de septiembre se celebró en Roma, en el Palazzo Rospigliosi, el III Congreso Internacional NO JUSTICE WITHOUT LIFE, promovido por la Comunidad de Sant'Egidio, sobre el tema: “De la moratoria a la abolición de la pena capital”.

Han participado en el congreso ministros de Justicia y representantes de 17 países de África, América Latina, Asia y, naturalmente, de Italia, la Santa Sede y la Unión Europea.

En la inauguración del encuentro, Mario Marazziti, portavoz de la Comunidad de Sant’Egidio, recordó el trabajo conjunto de la Comunidad, de la Unión Europea y de algunos gobiernos que llevó a la aprobación de la resolución sobre la moratoria de las ejecuciones por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 18 de diciembre de 2007. “El congreso de este año”, explicó Marazziti, “se coloca en la perspectiva de la implementación de la moratoria y de un trabajo común para lograr la total abolición de la pena capital”. 

El mensaje que envió el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, abrió los trabajos: “La voz de la Iglesia siempre ha estado y siempre estará de parte de la vida –dijo el cardenal, que reafirmó– no sólo mi caluroso saludo, sino también mi apoyo convencido y partícipe a una iniciativa que, de año en año, contribuye a ampliar el consenso internacional sobre una gran decisión de vida”.

También monseñor  Agostino Marchetto, Secretario del Pontificio Consejo de la Pastoral para los migrantes y los itinerantes, confirmó el favor con el que la Iglesia mira la movilización suscitada por la abolición de la pena de muerte. La aceleración de ese proceso, afirmó, “es alentadora. Y pienso de nuevo en África, tan querido por la Iglesia, en sus riquezas y contradicciones, en sus esfuerzos y en sus logros. Estoy convencido de nuestra común responsabilidad en apoyar al movimiento abolicionista: este debe y puede ser una conquista estable, más allá de la inestabilidad política. Debe y puede convertirse en una conquista permanente, en sinergia con otros actores del escenario internacional. Se trataría de un nuevo protagonismo africano”.

 En nombre del Gobierno italiano intervino Stefania Craxi, que subrayó la importancia, para la consecución de la moratoria universal, del trabajo de Sant'Egidio para ampliar el debate sobre la pena de muerte más allá de las aulas del debate político y diplomático e involucrar a la sociedad civil, mientras que el alcalde Alemanno expresó el saludo y el apoyo de la ciudad de roma y el trabajo para que se ponga la palabra "fin" a la pena de muerte "en esta generación".

 La Unión Europea, que ha tenido y tiene un importante papel en el apoyo a la campaña por la moratoria y la abolición de la pena capita, estuvo representada por Friso Roskan Abbing, de la Comisión de Justicia de la UE.

“La tradición de los derechos humanos forma parte del ADN de Europa”, recordó el vicepresidente del Tribunal Constitucional Giovanni Maria Flick, que ofreció una interesante visión de la evolución de la cultura contra la pena de muerte en los últimos años. Así, en 1970 solo había 50 países que la hubieran abolido o renunciado a utilizarla en su ordenamiento nacional, un número que hoy asciende a 141. Se trata de una tendencia extremamente alentadora para los que luchan en esta "batalla de civilización".

Mabala Martin, ministro de Justicia de Gabón, recordó que su país se comprometió a someter la propuesta de moratoria a la Asamblea de Naciones Unidas, precisamente durante el II Congreso Internacional “No Justice Without Life”, que se celebró en Roma el año pasado. Ahora, añadió, “la abolición no se puede reducir a una acción legislativa. Se trata del inicio de un largo proceso que exige una organización y una atención continuada por parte de los gobiernos y de todos los que militan a favor de la vida”.

Tamara Chikunova, fundadora de las Madres contra la pena de muerte, aportó su experiencia de mujer y madre que, del inmenso dolor por la condena y muerte por ejecución de su hijo, encontró la fuerza y la valentía para luchar por la abolición de la pena de muerte, que en su país, Uzbekistán, se alcanzó al inicio de este año. 

El presidente de la Comisión por los Derechos Humanos de México, José Luis Soberanes, recorrió el camino legislativo que su país ha recorrido hasta la total abolición de la pena de muerte: “la discusión sobre la imposición de la pena de muerte es un tema que debería haber muerto con el siglo XX. Es inconcebible que actualmente subsista la idea de que la pena de muerte es un castigo justo, un ejemplo para la sociedad o un mecanismo de inhibición de la delincuencia. Los países que aplican la pena de muerte no han superado el oscurantismo desde el momento en que consideran la venganza pública como el único remedio para ‘hacer justicia’ cuando en realidad no frenan el alto índice de criminalidad que, por el contrario, continúa aumentando”.

Desde Filipinas llegó el testimonio de Erin Tanada III, presidente de la Comisión por los Derechos Humanos de la Cámara de Diputados, que volvió a recordar que las Filipinas, tras haber abolido ya una vez la pena de muerte, la reintrodujo en su legislación, para volverla a abolir en 2006. "A aquellos que están a favor de introducirla de nuevo, hacemos todos los esfuerzos posibles para decirles que la vida de las víctimas de los crímenes violentos es una gran tragedia, sus vidas son preciosas, y jamás podrán recuperarse. Pero las vidas de los condenados a muerte son vidas por las que todavía se puede hacer algo”.

Jaime Aguilar, de la Comunidad de Sant’Egidio de San Salvador, ilustró el fenómeno de las “maras”, bandas de jóvenes normalmente pobres, poco más que adolescentes, iniciadas en la violencia, que viven y practican una “cultura de muerte”. “¿Cómo podría le pena de muerte detener esta violencia? El joven de las maras sabe que morirá pronto, su modo violento de vivir nace en esta conciencia y vive desafiando a la muerte. ... La cultura de la muerte de las maras no se puede contrarrestar con otra muerte. ... Creo que la verdadera alternativa es construir una cultura de vida, hecha de diálogo, de palabras, de respeto de los derechos, de humanización de las cárceles, y sobre todo de atención a los niños y a los adolescentes antes de que entren a formar parte de las maras: una nueva cultura de educación en la paz, de amor por la vida, la propia y la de los demás, puede evitar la violencia”.      

La Sra. Maria Benvinda Levi, Ministra de Justicia de Mozambique dijo: “La particularidad es que la abolición de la pena de muerte en Mozambique se produjo durante la guerra, y a pesar de ello, esta decisión no trajo consigo inestabilidad; al contrario, al cabo de poco se alcanzó la paz, en 1992, a través del Tratado general de Paz firmado aquí en Roma, en el que la Comunidad de Sant'Egidio jugó un papel especialmente importante como facilitador en todo el proceso de negociación". 

 A continuación hubo intervenciones de representantes de Kazajastán y de Sudáfrica.

Para concluir el encuentro, Mario Marazziti dijo, mirando al futuro y al camino que queda por recorrer: “A veces la pena de muerte parece natural. Al que utiliza la extrema violencia, extrema violencia. También parecían naturales la tortura y la esclavitud. En Europa y en América se decía: sin esclavitud el mundo no se sostiene, la economía no se sostiene. Pero no era así. Un país sin pena de muerte no es menos seguro. Tan solo es menos ciego. “Ojo por ojo y todo el mundo quedará ciego”, decía sabiamente Mahatma Gandhi. … Del mismo modo que la tortura y la esclavitud fueron eliminadas del ordenamiento jurídico, también sucederá con la pena de muerte, que puede convertirse en un derecho humano más, que mejora, y no empeora, este mundo. …”. Por último, Marazziti aseguró a los representantes de los países presentes en el Congreso que "la Comunidad de Sant'Egidio es y estará a vuestro lado para que la pena de muerte pase a la historia".