En el noroeste de Pakistán, en el valle de Suat, fronterizo con Afganistán, se está produciendo una grave crisis humanitaria: hay más de dos millones de refugiados a causa de la guerra que en los últimos meses ha afectado la zona.
A lo largo de la frontera entre los dos estados, durante mucho tiempo ha habido enfrentamientos por el control del territorio. Desde el mes de mayo, los combates entre el ejército gubernamental y las milicias locales se han intensificado, obligando a la población civil a un éxodo masivo.
La población, afectada por los dos fuegos, ha escapado de sus lugares de residencia sin poder llevar nada consigo. Por ese motivo, a una distancia corta de la capital Islamabad (que dista solo un centenar de kilómetros del área de combate) se han formado enormes campos de refugiados con tiendas de campaña.
Los refugiados se encuentran bajo condiciones de grave pobreza y existen graves problemas higiénicos: el agua, en particular la potable, es escasa, la provisión de electricidad es insuficiente e inconstante, mientras la temperatura en este período supera los 45 grados.
La Comunidad de Sant'Egidio de Islamabad ha puesto en marcha un plan de ayudas para un campo de refugiados al norte de Peshawar: 250 tiendas que acogen cerca de 2000 personas.
ESe ha escogido este campamento por sus dimensiones y por el hecho que muchos de sus habitantes hacía poco que habían llegado, después de una precipitada fuga de sus residencias. No ha sido fácil encontrarlo: ninguna organización humanitaria estaba presente en el campo, porque toda la zona está prohibida a los extranjeros. Se ha puesto de relieve el hecho precioso que la Comunidad, en Pakistán como en otros países, esté presente en el territorio y formada por gente del lugar. Los primeros contactos se han dirigido ha conocer los diferentes núcleos familiares presentes, escuchar sus sufrimientos y sus testimonios dramáticos y individuar las necesidades más prioritarias.
De las visitas, repetidas en intervalos breves, ha emergido como los refugiados no pudieron llevar consigo objetos simples pero indispensables de la vida cuotidiana, como platos o bidones de agua potable. La Comunidad se los ha proporcionado en poco tiempo. Otras ayudas muy apreciadas han sido la comida, el jabón, las latas y zumos de frutas vitaminados para los niños y ancianos, expuestos particularmente al riesgo de deshidratación, a causa de las altas temperaturas de esta estación.
La distribución de estos géneros de primera necesidad ha llegado a todas las familias del campo de refugiados, aunque se ha escogido dar preferencia a los últimos en llegar, que han huido prácticamente sin nada.
Los grupos de Sant'Egidio de Islamabad han ido tienda por tienda, con el propósito de hablar con todos; una relación personal que ha ayudado no sólo a conocer las necesidades reales, sino que sobretodo a superar las tensiones inevitables en una situación de cohabitación forzada entre grupos diferentes.
En particular, las mujeres de la Comunidad han contribuido a superar el rechazo inicial de las familias más tradicionales, dialogando de forma libre con las chicas y las ancianas dentro de sus refugios. El miedo y el trauma vivido por la fuga se ha substituido gradualmente por el asombro y la gratitud por estos nuevos amigos, que han venido a ayudar a los que se encuentran de repente en problemas.
Además de la ayuda concreta a superar las dificultades materiales, es importante el testimonio de los jóvenes de la Comunidad, que perteneciendo a la minoría cristiana, se han involucrado en una amistad fiel con aquellos que sufren por la violencia de los combates y esperan poder volver a la normalidad.
La Comunidad de Sant'Egidio en Pakistán, además, tiene una atención particular a los problemas y a las condiciones de la infancia. Hay 6 Escuelas de la paz en varias ciudades del país. También los niños que se encuentran en el campo han sido acogidos para jugar y cantar juntos. Meriendas nutritivas a base de galletas vitaminadas y bebidas ayudan a abrirse y a recuperar la sonrisa.
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