“¿Cómo era cuando tenía ocho años?” Se lo pregunta Sergio, que ahora tiene veintidós, y que desde pequeño frecuentó la Escuela de la Paz del barrio de la Mina. “Mis mejores recuerdos de pequeña son cuando nos íbamos a las colonias”, recuerda Adriana, una mujer gitana con su hija en brazos. Conocieron la comunidad en la Escuela de la paz y hoy se encontraban con muchos otros amigos del barrio para celebrar 20 años de amistad.
El encuentro “Sant’Egidio y la Mina: 20 años de solidaridad” ha sido una oportunidad para estrechar los lazos de amistad y afrontar con esperanza el futuro de un barrio fuertemente sacudido por la crisis. Las palabras, los testimonios y las imágenes han evocado el lazo de Sant’Egidio y este barrio de la periferia de Barcelona: la escuela de la paz, el movimiento del “País del Arco Iris”… pero especialmente las iniciativas para la convivencia en el barrio y de solidaridad.
Los jóvenes por la paz de Sant’Egidio propusieron una ciudad sin violencia y racismo. Se recordó a Ibrahima Dyie, un joven senegalés de 31 años, que murió el 3 de enero de este año en el barrio del Besos, al lado de La Mina. Quería separar a unos jóvenes que se peleaban en un partido de fútbol y le dispararon un tiro. “Los jóvenes – dijo Miriam – somos el futuro... Delante de la injusticia y el mal que hemos visto, queremos realizar un mañana sin odio ni discriminación, racismo o explotación haciendo gestos de paz y convivencia como el de hoy”. La memoria de los acuerdos de paz con Mozambique que se firmaron en Roma en 1992 se recordó con un vídeo en el que además de la historia real se acompañaba un cortometraje con los protagonistas de la “Escuela de la paz”.
Dolores, una de las mamás que trajo desde el inicio a sus hijos a la Escuela de la paz dijo en su testimonio: “Somos una gran familia y juntos hacíamos crecer a mis hijos… Me gusta la convivencia con todos. Yo antes no salía y empecé a salir y hacer cosas con vosotros... Ayudamos a los demás, lo hacemos contentas”.
Sant’Egidio se enamoró de la Mina. Barcelona en 1992 era la ciudad olímpica, se preparaba para el gran evento, y este barrio de la periferia que había recibido con entusiasmo muchas iniciativas sociales hasta entonces quedaba aislado a su suerte. Con el tiempo ha ido surgiendo un movimiento de amistad y solidaridad con los ancianos, con los extranjeros, con África, con los países golpeados por la guerra.
La Mina ha cambiado mucho urbanísticamente, pero sobretodo ha cambiado porque es un barrio más humano. Con la amistad, la solidaridad, el afecto... crece una red que protege a los demás y hace posible un clima de convivencia como el que respiraba en el auditorio de la Biblioteca de La Mina.
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