El pasado octubre empezó la Escuela de la Paz de Monor, una pequeña ciudad cerca de Budapest, donde vive una considerable minoría gitana, de la que una parte, unas 400 personas, viven en un ghetto hecho de barracas decadentes, a los márgenes de la ciudad.
En Monor la Comunidad de Sant’Egidio ha empezado a ayudar a doce niños de 8-9 años con el objetivo de acompañarles en su escolarización. De la ayuda para estudiar ha nacido una gran amistad y una invitación especial: participar en las vacaciones de verano con los ancianos que la Comunidad de Budapest organiza cada verano.
El momento de la invitación fue especialmente emocionante: apenas se supo la noticia de las vacaciones, prácticamente todos los niños del campo pidieron venir, y se apuntaron para el año que viene: la mahyoría de ellos nunca ha puesto un pie fuera de la ciudad. El muro de separación que ha relegado durante años al barrio en la marginación y la indiferencia finalmente ha caído.
También han ido a las vacaciones con la Comunidad tres niños de Tatárszentgyörgy, un pequeño pueblo: son los familiares del joven gitano asesinado junto a su hijo hace algunos años en uno de los atentados racistas que por desgracia abundan en Hungría.
Las vacaciones han sido tres días intensos y llenos de sorpresas para todos: para los niños gitanos que no querían hacer otra cosa que ducharse y lavarse los dientes: son momentos de la vida de cada día preciosos y raros para quien vive en un campo donde solo hay un baño común con agua fría. Pero la sorpresa fue también para los ancianos, que no daban crédito a sus ojos ante los dulces y la fiesta que los niños les habían preparado.
En un clima sereno y de familiaridad recuperada hicieron juegos, carreras de obstáculos, un torneo de ajedrez y actividades culturales. Fue especialmente agradable la visita a la iglesia del lugar, donde el sacerdote, también él sorprendido por el encuentro con los niños y los ancianos, quiso regalarles a todos un helado.
Las vacaciones terminaron con la convicción de que hay que hacer crecer la amistad con los gitanos de Monor y reafirmar más la alianza entre generaciones, una pieza fundamental de aquella civilización de la convivencia que también Hungría necesita.
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