VIII Estación
Bajo la cruz
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
(Jn 19,31-37)
|
Duccio di Buoninsegna
La crucifixión
|
El ruego a Pilato para que los cuerpos no quedaran en la cruz es una historia de crueldad: se dice que es para no ofender el sábado. Dios había creado el sábado para el reposo del hombre y aquí se convierte en una hora más robada a la vida, en una ocasión de tortura y no de piedad. Pero Jesús había muerto antes que los dos crucificados con él. Su vida se había consumido deprisa. Pero ni siquiera ahorraron su cuerpo. Le atravesaron el costado con una lanza y salió sangre y agua, como para desvelar lo que había dentro de ese hombre. Sangre que salva y agua que lava. Su cuerpo fue atravesado.
Estas palabras de la pasión que discurren ante nosotros desgarran nuestra intimidad, revelando también lo que llevamos dentro. El anciano Simeón había dicho a María, durante la presentación de Jesús en el templo: “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!”. Estas palabras revelan de forma dolorosa lo que hay en nuestro corazón. Nos liberan de los sentimientos malvados o alienantes y nos ayudan a reencontrar las dimensiones más verdaderas de nuestra existencia.
Hay un discípulo que ha llegado hasta la cruz, que ha visto y da testimonio, y su testimonio es verdad. Este discípulo no ha huido, sino que ha escogido la parte mejor, entre las muchas que podía vivir. Ha escogido la única. Ha seguido el camino de Jesús con amor y no ha seguido los consejos de su temor. En el amor se tiene menos miedo de perderse a sí mismo. Ese discípulo ha trazado un camino que también nosotros podemos recorrer. Es el camino que le llevará, después de la resurrección, a ser el primero en alcanzar el sepulcro vacío: “Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”.
|