LA PREGÀRIA CADA DIA

Oración con los santos
Paraula de déu cada dia

Oración con los santos

Fiesta de san Lorenzo (+258), diácono y mártir. Identificó a los pobres como el verdadero tesoro de la Iglesia. Recuerdo de quienes les sirven en nombre del Evangelio. Llegir més

Libretto DEL GIORNO
Oración con los santos
Miércoles 10 de agosto

Fiesta de san Lorenzo (+258), diácono y mártir. Identificó a los pobres como el verdadero tesoro de la Iglesia. Recuerdo de quienes les sirven en nombre del Evangelio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ezequiel 9,1-7; 10,18-22

Entonces gritó a mis oídos con voz fuerte: "¡Se acercan los castigos de la ciudad, cada uno con su azote en la mano!" Y en esto vinieron, de la dirección del pórtico superior que mira al norte, seis hombres, cada cual con su azote en la mano. En medio de ellos había un hombre vestido de lino con una cartera de escriba a la cintura. Entraron y se detuvieron ante al altar de bronce. La gloria del Dios de Israel se levantó de sobre los querubines sobre los cuales estaba, hacia el umbral de la Casa. Llamó entonces al hombre vestido de lino que tenía la cartera de escriba a la cintura; y Yahveh le dijo: "Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella." Y a los otros oí que les dijo: "Recorred la ciudad detrás de él y herid. No tengáis una mirada de piedad, no perdonéis; a viejos, jóvenes, doncellas, niños y mujeres matadlos hasta que no quede uno. Pero al que lleve la cruz en la frente, no le toquéis. Empezad a partir de mi santuario." Empezaron, pues, por los ancianos que estaban delante de la Casa. Luego les dijo: "Manchad la Casa, llenad de víctimas los atrios; salid." Salieron y fueron hiriendo por la ciudad. La gloria de Yahveh salió de sobre el umbral de la Casa y se posó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos, al salir, y las ruedas con ellos. Y se detuvieron a la entrada del pórtico oriental de la Casa de Yahveh; la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. Era el ser que yo había visto debajo del Dios de Israel en el río Kebar; y supe que eran querubines. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas, y bajo sus alas formas de manos humanas. En cuanto a la forma de sus caras, tenían la apariencia de las caras que yo había visto junto al río Kebar. Cada uno marchaba de frente a derecho.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La lectura de hoy está formada por dos pasajes extraídos de los capítulos nueve y diez, con dos visiones de Ezequiel: la primera narra el envío de mensajeros que castigan a la ciudad pecadora pero con un resto que se salva; la segunda muestra la gloria del Señor que sale del templo profanado. El profeta había visto con sus ojos la destrucción que había llevado a cabo el ejército babilonio en las calles de Jerusalén. Ahora experimenta, junto a su pueblo, el sufrimiento del exilio y, con los ojos de Dios, observa lo que está a punto de caer sobre la ciudad a causa de la dureza de corazón del rey Sedecías. La descripción del profeta es cruda y dramática. Ezequiel, en su visión, habla de seis hombres, enviados para exterminar la ciudad y eliminar a todos aquellos que se han dejado seducir por el mal. No debía salvarse nadie excepto aquellos que anhelaban la paz y la justicia y que no habían traicionado la alianza con Dios. Por eso hay un séptimo mensajero, vestido de lino por su cercanía a Dios, cuya tarea es preceder y marcar con la "tau" a aquellos que debían salvarse. Aquella carta recuerda a la señal que Dios puso sobre Caín para que no fuera asesinado (Gn 4,15). En la tradición espiritual cristiana la letra "tau" -que tiene forma de cruz- se convertirá en la señal de Jesús que salva a aquellos que se dejan atrapar por su amor. El Señor no se rinde ante la fuerza del mal. La "gloria", es decir, su presencia visible, la que el profeta había contemplado en el templo, ahora se aleja también de la ciudad, como se explica al final del capítulo 12. Sin la presencia de Dios, la ciudad deja de ser lugar de unidad del pueblo, lugar de la alianza.

La pregària és el cor de la vida de la Comunitat de Sant’Egidio, la seva primera "obra". Al final del dia, totes les Comunitats, tant si són grans com si són petites, es reuneixen al voltant del Senyor per escoltar la seva Paraula i dirigir-s'hi en la seva invocació. Els deixebles només poden estar als peus de Jesús, com Maria de Betània, per triar la "millor part" (Lc 10,42) i aprendre'n els seus mateixos sentiments (cfr. Flp 2,5).

Sempre que la Comunitat torna al Senyor, fa seva la súplica del deixeble anònim: "Senyor, ensenya'ns a pregar" (Lc 11,1). I Jesús, mestre de pregària, respon: "Quan pregueu, digueu: Abbà, Pare".

Quan preguem, encara que ho fem dins del cor, mai no estem aïllats ni som orfes, perquè en tot moment som membres de la família del Senyor. En la pregària comuna es veu clarament, a més del misteri de la filiació, el de la fraternitat.

Les Comunitats de Sant'Egidio que hi ha al món es reuneixen als diferents llocs que destinen a la pregària i presenten al Senyor les esperances i els dolors dels homes i les dones "malmenats i abatuts" de què parla l'Evangeli (Mt 9,36). En aquella gent d'aleshores s'inclouen els habitants de les ciutats contemporànies, els pobres que són marginats de la vida, tots aquells que esperen que algú els contracti (cfr. Mt 20).

La pregària comuna recull el crit, l'aspiració, el desig de pau, de guarició, de sentit de la vida i de salvació que hi ha en els homes i les dones d'aquest món. La pregària mai no és buida. Puja incessantment al Senyor perquè el plor es transformi en joia, la desesperació en felicitat, l'angoixa en esperança i la solitud en comunió. I perquè el Regne de Déu arribi aviat als homes.