ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 22 de mayo


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 9,30-37

Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El evangelista narra el segundo anuncio de Jesús sobre su pasión, muerte y resurrección. Lo hace aparte en la intimidad de aquella familia de discípulos. Los discípulos no entienden por qué le puede suceder esto a su maestro, pero ellos "temían preguntarle"; y continúan como si las palabras de Jesús se las hubiera llevado el viento. Cuando llegan a casa y están solos, lejos de la muchedumbre, Jesús les hace entender que la distancia que les separa de él es muy grande. Jesús estaba angustiado debido a la muerte que le esperaba y se lo dijo a los discípulos, pero ellos no dieron importancia a aquellas palabras y se pusieron a discutir quién era el primero de ellos. Jesús, maestro verdaderamente bueno, les reúne en torno a él, desciende casi a su nivel y acepta el deseo que ellos tienen de prevalecer. Sin embargo, cambia totalmente el sentido: "si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos. En la comunidad cristiana el primero es el que sirve. Jesús, al afirmar esto, reitera el primado absoluto del amor que debe reinar en las comunidades cristianas. Este mandamiento era tan importante en la conciencia de las primeras comunidades que esta frase aparece cinco veces en los evangelios y, para ser más claro aún, tras esta afirmación, Jesús toma a un niño, le pone en medio de todos y le abraza. Sin duda es un centro físico, pero es, sobre todo, un centro de la atención. Los pequeños, entendidos como niños, ciertamente, pero también como débiles, pobres, solos, indefensos, deben ser puestos en el centro, en el corazón de la comunidad: en ellos se hace presente el Señor mismo. El que reciba (Jesús abraza a aquel niño) a uno de ellos, el que abra el corazón a los pequeños y a los pobres, recibe a Dios mismo y se salvará.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.