ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de los santos Antonio y Teodosio, fundadores de la laura de las cuevas de Kiev (+1073) y padres del monaquismo ruso y ucraniano. Recuerdo de los cristianos de Ucrania y de Rusia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 23 de julio

Recuerdo de los santos Antonio y Teodosio, fundadores de la laura de las cuevas de Kiev (+1073) y padres del monaquismo ruso y ucraniano. Recuerdo de los cristianos de Ucrania y de Rusia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 12,38-42

Entonces le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti.» Mas él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás. Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

¡Cuántas veces también nosotros, como aquellos escribas y fariseos, pedimos un signo que nos tranquilice! Parece algo razonable, legítimo, en el fondo. También Felipe había pedido: «muéstranos al Padre y nos basta». En el fondo parece normal que para creer debamos tener pruebas suficientes, signos claros que nos convenzan. Aquella petición está llena de ambigüedad y revela desconfianza. No creemos que sea suficiente el ejemplo de Jesús con lo que hizo y dijo; buscamos pruebas seguras que nos libren del esfuerzo de tener que elegir y decidir. En realidad, como para los hombres del Evangelio, también para nosotros el Señor lleva a cabo muchos milagros, en los que podemos ver su presencia, no para que nos convenzamos sino para que nos demos cuenta de su poder de amor, que es también el nuestro. El mismo Jesús no puede dar otro signo que el de Jonás, es decir, el misterio de su muerte y resurrección. Efectivamente, del mismo modo que Jonás fue retenido durante tres días en el vientre del pez y luego Dios lo rescató y lo envió a predicar a Nínive, también el Hijo del hombre estará tres días en la tierra y luego el Padre lo resucitará para ser el salvador de todos. Por ese motivo en las lápidas de las catacumbas a menudo se le representaba como Jonás. Jesús es el signo que Dios dio a los hombres, signo infinitamente más grande de lo que Jonás fue para Nínive. No obstante, nosotros nos resistimos a creer en Jesús, a convertirnos a él, a confiar en su palabra. La reina de Saba hizo un largo viaje para escuchar la sabiduría de Salomón. Y a nosotros nos cuesta enormemente el mero hecho de abrir el Evangelio y leerlo. Hoy no hacen falta signos extraordinarios, asombrosos, esotéricos, sino una fuerte y clara predicación del Evangelio junto a una amplia manifestación de misericordia sobre todo con los más débiles. Estos son los signos que Jesús mismo practicaba y que confió a los discípulos de todos los tiempos. Esta página evangélica pregunta a todos los discípulos y a todas las comunidades cristianas si son realmente un «signo» de amor y de misericordia. Es la tarea que Jesús continúa confiando a su Iglesia: ser luz y sal del mundo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.