ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 20 de diciembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 7,10-14

Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo: Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios
en lo profundo del seol o en lo más alto. Dijo Ajaz: "No la pediré, no tentaré a Yahveh." Dijo Isaías:
"Oíd, pues, casa de David:
¿Os parece poco cansar a los hombres,
que cansáis también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo
va a daros una señal:
He aquí que una doncella está encinta
y va a dar a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Estamos en un momento difícil para el Reino de Israel, que vive bajo la amenaza de los asirios, pueblo fuerte y en expansión. El rey Ajaz está preocupado y se dirige a Isaías para encontrar consuelo en la Palabra de Dios. Isaías trata de asegurar al rey invitándole a poner su confianza en Dios y a pedir una señal que pueda confirmar la palabra que le dirige el profeta. Pero el rey -que gobernaba de forma arrogante y que ahora está asaltado por el miedo por el poder del enemigo- no se fía de las palabras del profeta. Y, ostentando una dudosa religiosidad, rebate el profeta que no quiere "tentar al Señor". Isaías, irritado por la desconfianza del rey, le responde que será el Señor mismo quien le de una señal: "He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel". La palabra del profeta abre para Ajaz un futuro inesperado, que sin embargo no se cumplirá en su tiempo, sino que se realizará para la salvación del pueblo de Israel y para la de todos los pueblos de la tierra. La fe cristiana ha interpretado este pasaje refiriéndolo al nacimiento de Jesús, como leemos en el Evangelio de Mateo: "Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel" (Mt 1, 22-23). Esta página bíblica muestra el gran diseño que Dios tiene para todos los pueblos de la tierra. Es el diseño de la salvación universal de todos los pueblos que Dios confía a Jesús y a sus discípulos para que comuniquen hasta los confines de la tierra "la señal de Dios", su presencia en el mundo.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.