ORACIÓN CADA DÍA

Liturgia del domingo
Palabra de dios todos los dias

Liturgia del domingo

Fiesta de la Trinidad
Las Iglesias ortodoxas celebran Pentecostés.
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Libretto DEL GIORNO
Liturgia del domingo
Domingo 16 de junio

Fiesta de la Trinidad
Las Iglesias ortodoxas celebran Pentecostés.


Primera Lectura

Proverbios 8,22-31

Yahveh me creó, primicia de su camino,
antes que sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui fundada,
desde el principio, antes que la tierra. Cuando no existían los abismos fui engendrada,
cuando no había fuentes cargadas de agua. Antes que los montes fuesen asentados,
antes que las colinas, fui engendrada. No había hecho aún la tierra ni los campos,
ni el polvo primordial del orbe. Cuando asentó los cielos, allí estaba yo,
cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo, cuando arriba condensó las nubes,
cuando afianzó las fuentes del abismo, cuando al mar dio su precepto
- y las aguas no rebasarán su orilla -
cuando asentó los cimientos de la tierra, yo estaba allí, como arquitecto,
y era yo todos los días su delicia,
jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra;
y mis delicias están con los hijos de los hombres."

Salmo responsorial

Salmo 8

¡Oh Yahveh, Señor nuestro,
qué glorioso tu nombre por toda la tierra!
Tú que exaltaste tu majestad sobre los cielos,

en boca de los niños, los que aún maman,
dispones baluarte frente a tus adversarios,
para acabar con enemigos y rebeldes.

Al ver tu cielo, hechura de tus dedos,
la luna y las estrellas, que fijaste tú,

¿qué es el hombre para que de él te acuerdes,
el hijo de Adán para que de él te cuides?

Apenas inferior a un dios le hiciste,
coronándole de gloria y de esplendor;

le hiciste señor de las obras de tus manos,
todo fue puesto por ti bajo sus pies:

ovejas y bueyes, todos juntos,
y aun las bestias del campo,

y las aves del cielo, y los peces del mar,
que surcan las sendas de las aguas.

¡Oh Yahveh, Señor nuestro,
qué glorioso tu nombre por toda la tierra!

Segunda Lectura

Romanos 5,1-5

Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

Lectura del Evangelio

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 16,12-15

Mucho tengo todavía que deciros,
pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él,
el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta,
sino que hablará lo que oiga,
y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria,
porque recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso he dicho:
Recibirá de lo mío
y os lo anunciará a vosotros.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ayer fui sepultado con Cristo,
hoy resucito contigo que has resucitado,
contigo he sido crucificado,
acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Homilía

El Evangelio de Juan (16,12-15) que hemos escuchado reproduce algunas de las palabras que Jesús dijo a los discípulos durante la última cena. ¡Cuántas cosas tenía por decirles antes de dejarlos! Y no le quedaba mucho tiempo para decírselas. Pero sobre todo eran los discípulos, quienes no eran capaces de comprender totalmente lo que quería decirles. Con todo, los tranquilizó con estas palabras: "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga y os explicará lo que ha de venir". El Espíritu llevará a los discípulos hasta el corazón de Dios, el mundo de Dios, la vida de Dios, que es una vida de comunión de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Dios de Jesús (y tenemos que preguntarnos si muchos cristianos creen precisamente en este Dios), no es una mónada, no es una entidad individual, aunque poderosa y majestuosa. El Dios de Jesús es una "familia" de tres personas; y se podría decir que su unidad es fruto del amor que los une. Podríamos decir que se quieren tanto que son una sola cosa. Esta increíble "familia" entró en la historia de los hombres para llamarlos a todos a formar parte de ella. ¡Sí! Todos son llamados a formar parte de esta singularísima "familia de Dios". Al principio y al final de la historia encontramos esta comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El horizonte trinitario nos abraza a todos, no excluye a nadie. Por eso decimos que el "amor" es el mismo nombre de Dios y es la verdad profunda de la misma creación. Dicho horizonte "trinitario" es sin duda el desafío más apremiante al que debe hacer frente hoy la Iglesia, todas las Iglesias cristianas; y aún diría más: todas las religiones y todos los hombres. Es el desafío de vivir el amor con todos, con los hombres y las mujeres, con todos los pueblos de la tierra. Sabiendo que donde hay amor, allí está Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.