ORACIÓN CADA DÍA

Vigilia del domingo
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Vigilia del domingo
Sábado 17 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Quien vive y cree en mí
no morirá jamas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Josué 24,14-19

Ahora, pues, temed a Yahveh y servidle perfectamente, con fidelidad; apartaos de los dioses a los que sirvieron vuestros padres más allá del Río y en Egipto y servid a Yahveh. Pero, si no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los dioses a quienes servían vuestros padres más allá del Río, o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi familia serviremos a Yahveh." El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar a Yahveh para servir a otros dioses. Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que pasamos. Además Yahveh expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios." Entonces Josué dijo al pueblo: "No podréis servir a Yahveh, porque es un Dios santo, es un Dios celoso, que no perdonará ni vuestras rebeldías ni vuestros pecados.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Si tú crees, verás la gloria de Dios,
dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Estamos ante una decisión solemne de todo Israel al finalizar otra etapa de la historia de Israel, cuando finalmente posee aquella tierra que el Señor había prometido a los padres. Se trata de decidir si "sirven" al Señor o a los otros dioses. Israel se encuentra viviendo en una tierra poblada por ídolos. Palestina, como todo el Oriente Próximo antiguo, desde Mesopotamia hasta Egipto, estaba habitada por pueblos distintos y cada uno tenía sus divinidades. "Servir" significa someterse, escuchar, depender de alguien. Es una palabra clave en la decisión que debe tomar Israel. Es cierto: no podemos permanecer indiferentes o indecisos ante la Palabra de Dios. Tenemos que elegir en un mundo en el que muchas veces las opiniones comunes dictan las decisiones o en el que se prefiere aplazar la decisión a otro momento. Josué pone a Israel ante la historia de liberación que Dios quiso para él, que el propio Israel reconoce en su respuesta, premisa indispensable de esta decisión: "Porque el Señor nuestro Dios es el que nos hizo subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos guardó por todas las rutas que recorrimos...". Recordar el amor de Dios por nosotros sigue siendo la premisa para renovar nuestra fe y mostrar nuestra adhesión al Señor, para "servirle" y para abandonar a aquellos ídolos que siguen entorpeciendo el crecimiento de nuestra humanidad y de nuestra fe. Así pues, también nosotros, ante el Señor y su amor, decimos como hizo Israel, renovando nuestra alianza con él: "Al Señor nuestro Dios serviremos y a su voz atenderemos". Que esta sea nuestra decisión mientras escuchamos nuevamente su palabra, luz para nuestros pasos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.