ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de la dedicación de la basílica romana de Santa María de Trastevere. En esta iglesia reza cada tarde la Comunidad de Sant'Egidio. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 15 de noviembre

Recuerdo de la dedicación de la basílica romana de Santa María de Trastevere. En esta iglesia reza cada tarde la Comunidad de Sant'Egidio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Sabiduría 13,1-9

Sí, vanos por naturaleza todos los hombres en quienes había ignorancia de Dios
y no fueron capaces de conocer por las cosas buenas
que se ven a Aquél que es,
ni, atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice; sino que al fuego, al viento, al aire ligero,
a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las
lumbreras del cielo
los consideraron como dioses, señores del mundo. Que si, cautivados por su belleza, los tomaron por dioses,
sepan cuánto les aventaja el Señor de éstos,
pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó. Y si fue su poder y eficiencia lo que les dejó sobrecogidos,
deduzcan de ahí cuánto más poderoso es Aquel que los
hizo; pues de la grandeza y hermosura de las criaturas
se llega, por analogía, a contemplar a su Autor. Con todo, no merecen éstos tan grave reprensión,
pues tal vez caminan desorientados
buscando a Dios y queriéndole hallar. Como viven entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas,
y se dejan seducir por lo que ven. ¡Tan bellas se
presentan a los ojos! Pero, por otra parte, tampoco son éstos excusables; pues si llegaron a adquirir tanta ciencia
que les capacitó para indagar el mundo,
¿cómo no llegaron primero a descubrir a su Señor?

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Empieza en este capítulo un largo proceso contra la idolatría, como si hubiera que justificar por qué Dios tuvo que intervenir contra los egipcios. Parece que el autor del libro quiere reflexionar nuevamente sobre lo que narran los primeros capítulos del libro del Éxodo, insistiendo en que lo que hizo Dios contra Egipto estaba justificado, pero no era un castigo definitivo. En un mundo pluralista y culto -el mundo en el que fue escrito el libro de la Sabiduría- el texto quiere poner de manifiesto el peligro de los ídolos, que poblaban el mundo helénico, y al mismo tiempo quiere reafirmar la misericordia divina, que no deja de ofrecer incluso a los enemigos de su pueblo la posibilidad de escuchar su palabra y arrepentirse. El texto describe la necedad de aquellos que fabrican ídolos y luego los veneran. Siguiendo lo que se dice en el salmo 115, el autor quiere enseñar la inutilidad de los ídolos, construidos por manos de hombres y, por eso mismo, muertos ya al nacer. Hoy son muchos más, los ídolos que construyen las manos de los hombres. Y no solo los veneramos, sino que llegamos incluso a dar la vida por ellos. No hay más que pensar en los ídolos de la riqueza o de la fuerza, del consumo o del bienestar, de la belleza o de la salud, del trabajo o del éxito. Frente a estas nuevas idolatrías, la Palabra de Dios no calla. Al contrario, se hace severa. A pesar de todo, la Palabra de Dios no condena de manera definitiva a aquellos que se dejan esclavizar por estos nuevos ídolos. El autor sagrado muestra la misericordia que esta contiene: "Sin embargo, estos merecen menor reproche, pues tal vez andan extraviados buscando a Dios y queriendo encontrarlo" (v. 6).

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.