ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de la muerte de Gandhi, asesinado en 1948 en Nueva Delhi. Con él recordamos a todos los que, en nombre de la no-violencia, trabajan por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 30 de enero

Recuerdo de la muerte de Gandhi, asesinado en 1948 en Nueva Delhi. Con él recordamos a todos los que, en nombre de la no-violencia, trabajan por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Samuel 7,18-19.24-29

El rey David entró, y se sentó ante Yahveh y dijo: "¿Quien soy yo, señor mío Yahveh, y qué mi casa, que me has traído hasta aquí? Y aun esto es poco a tus ojos, señor mío, Yahveh que hablas también a la casa de tu siervo para el futuro lejano... Señor Yahveh. Tú te has constituido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo para siempre, y tú, Yahveh, eres su Dios. Y ahora, Yahveh Dios, mantén firme eternamente la palabra que has dirigido a tu siervo y a su casa y haz según tu palabra. Sea tu nombre por siempre engrandecido; que se diga: Yahveh Sebaot es Dios de Israel; y que la casa de tu siervo David subsista en tu presencia, ya que tú, Yahveh Sebaot, Dios de Israel, has hecho esta revelación a tu siervo diciendo: "yo te edificaré una casa": por eso tu siervo ha encontrado valor para orar en tu presencia. Ahora, mi Señor Yahveh, tú eres Dios, tus palabras son verdad y has prometido a tu siervo esta dicha; dígnate, pues, bendecir la casa de tu siervo para que permanezca por siempre en tu presencia, pues tú mi Señor Yahveh, has hablado y con tu bendición la casa de tu siervo será eternamente bendita."

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

David se sorprende por el amor de Dios y por la preocupación que tiene por él y por Israel. Y de su corazón sale una oración humilde e intensa: "¿Quién soy yo, Señor Dios, y qué mi casa, para que me hayas traído hasta aquí?". David ya sabe que todo se lo debe a Dios. Sin poderse preciar de méritos especiales, Dios lo había elegido y lo había puesto a la cabeza de un reino que ahora le confirmaba hasta "un futuro lejano". Entonces David "se pone" ante el Señor. Más que un movimiento físico es una actitud interior. Al principio ni siquiera encuentra las palabras para dar gracias dignamente al Señor, pero es consciente de que el Señor es fiel y de que no lo abandonará jamás: "Eres grande, Señor Dios. Nadie hay como tú". La fidelidad de Dios a su pueblo es la base de la existencia y la vocación de Israel: "¿Qué otro pueblo hay en la tierra como tu pueblo Israel, a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, darle renombre?". David no cabe en su asombro al ver la grandeza y la generosidad de Dios. Ya Moisés cantó el amor de Dios por Israel después de atravesar el mar Rojo (Ex 15,11); también lo cantan los salmos (especialmente los salmos 92-99) y los profetas (Jr 10,6). David le suplica al Señor que confirme para siempre la promesa que le hizo a Israel. Es una petición audaz (v. 26b), hasta el punto de que el mismo David se maravilla mientras la hace. Pero confiesa que la audacia de su petición está respaldada por la misma promesa divina (v. 27). David no se cansa de repetirla (vv. 28-29). Sabe que Dios es el único Señor que todo lo puede y que siempre es fiel. David, que se ha convertido en familiar de Dios, puede pedir la bendición del cielo para él y para todo el pueblo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.