ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 13 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 1,10-17

Oíd una palabra de Yahveh,
regidores de Sodoma.
Escuchad una instrucción de nuestro Dios,
pueblo de Gomorra. ¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro?
- dice Yahveh -.
Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de
cebones;
y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, cuando venís a presentaros ante mí.
¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis
atrios? No sigáis trayendo oblación vana:
el humo del incienso me resulta detestable.
Novilunio, sábado, convocatoria:
no tolero falsedad y solemnidad. Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma:
me han resultado un gravamen
que me cuesta llevar. Y al extender vosotros vuestras palmas,
me tapo los ojos por no veros.
Aunque menudeéis la plegaria,
yo no oigo.
Vuestras manos están de sangre llenas: lavaos, limpiaos,
quitad vuestras fechorías de delante de mi vista,
desistid de hacer el mal, aprended a hacer el bien,
buscad lo justo,
dad sus derechos al oprimido,
haced justicia al huérfano,
abogad por la viuda.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El profeta insiste para que escuchemos la Palabra del Señor, porque escuchando fielmente la palabra del Señor podemos mantener la esperanza de salvarnos incluso en las situaciones más difíciles. Todo Israel, sus líderes y el pueblo, son comparados con Sodoma y Gomorra, las dos ciudades que se habían mancillado con el pecado de la inhospitalidad hacia el extranjero, motivo por el que fueron destruidas. Son palabras de una dureza inusitada. Los actos religiosos que no van acompañados de la misericordia y de la compasión no solo no agradan al Señor sino que incluso le provocan disgusto. Esta página del profeta Isaías resuena aún con más urgencia en este tiempo que necesita cada vez más misericordia y paz. La sociedad contemporánea -con sus dramáticas desigualdades- necesita recuperar la idea de una solidaridad global, universal. Hace falta una verdadera cercanía que lleve al mundo hacia un camino de justicia y de misericordia. No basta con una religiosidad simplemente de rito y culto. La oración, por su naturaleza, debe distinguirse por el amor hacia quien es débil y pobre. Eso es lo que quiere Dios para la familia humana, para que esté más en paz. Dios mismo nos invita a hablar con él para que dejemos de hacer el mal y aprendamos a hacer el bien y a amar a los pobres. Aunque nuestros pecados sean graves, aunque nos obstinemos en escucharnos solo a nosotros mismos, el Señor, que es realmente el amigo de los hombres, se muestra dispuesto a perdonarnos y a renovar nuestra vida si dejamos que nos invada su misericordia.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.