ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Iglesia

Recuerdo de santa Teresa de Lisieux, monja carmelitana a la que movía un profundo sentido de la misión de la Iglesia. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 1 de octubre

Recuerdo de santa Teresa de Lisieux, monja carmelitana a la que movía un profundo sentido de la misión de la Iglesia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Job 19,21-27b

¡Piedad, piedad de mí, vosotros mis amigos,
que es la mano de Dios la que me ha herido! ¿Por qué os cebáis en mí como hace Dios,
y no os sentís ya ahítos de mi carne? ¡Ojalá se escribieran mis palabras,
ojalá en monumento se grabaran, y con punzón de hierro y buril,
para siempre en la roca se esculpieran! Yo sé que mi Defensor está vivo,
y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi despertar me alzará junto a él,
y con mi propia carne veré a Dios. Yo, sí, yo mismo le veré,
mis ojos le mirarán, no ningún otro.
¡Dentro de mí languidecen mis entrañas!

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Job, a diferencia de sus amigos que no logran entrar en su corazón, comprende muy bien el sentido de las palabras que le dirigen: no creáis que podéis "triunfar sobre mí echando en cara mi oprobio". Ellos no saben o tal vez no quieren entrar realmente en la situación de su amigo para comprender sus motivos profundos y, por tanto, hacerse cargo de ellos responsablemente. Se quedan fuera y únicamente repiten una doctrina. Job no soporta esta continua lección de sus amigos. No le interesan sus discursos. El único con el que querría discutir es el Señor, al que cuestiona sin parar, pero del que no recibe todavía respuesta alguna. Job llega incluso a describir al Señor como un adversario, como aquel que no escucha el grito del oprimido, que le corta incluso el camino, que anula su reputación, le quita la esperanza, enciende contra él su ira y le retira su amistad. Pero hay más en la vida de Job. Hasta sus hermanos, sus amigos y conocidos se han alejado de él, han desaparecido, horrorizados por su situación. El grito desesperado que sale de la boca de Job nos ayuda a comprender la situación de muchos pobres, abandonados por todos, despreciados, amenazados, invisibles para la mayoría. Job, no obstante, no deja de suplicar al Señor: "¡Piedad, piedad, amigos!, que la mano de Dios me ha herido". A pesar de todo Job está convencido de que Dios no lo ha abandonado por completo. Él, efectivamente, no es como los hombres. Por eso sale de su boca una oración llena de dolor y de fe: "Yo sé que vive mi Defensor, que se alzará el último sobre el polvo... Sí, seré yo quien lo veré, mis ojos lo verán, que no un extraño".

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.