ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 11 de enero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 1,14-20

Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.» Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres.» Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Evangelio de Marcos es el primero en escribirse y, a diferencia de los otros dos sinópticos, comienza directamente con la narración de la vida pública de Jesús. Ayer la liturgia nos hizo celebrar la memoria del Bautismo de Jesús. Hoy nos muestra el comienzo de su predicación. Marcos narra que Jesús va a Galilea después de que Juan fuera arrestado; y Jesús, a partir de este momento, decide comenzar a recorrer los caminos de su tierra para anunciar a todos la "buena nueva" del reino de Dios. Es la primera vez que aparece el término "Evangelio" ("buena noticia"). No es una palabra abstracta que se pronuncia y luego se desvanece en la niebla del olvido de los hombres. El Evangelio es Jesús mismo. Él es la "buena nueva" que debe ser acogida con fe y comunicada a los hombres para que le confíen sus vidas. Jesús, con palabras y las obras, muestra que el reino del amor ha llegado en medio de los hombres. Con él comienza una nueva historia de amor y amistad en medio de los hombres. Es la "buena nueva" que el pueblo de Israel estaba esperando. La historia de la predicación cristiana da sus primeros pasos a orillas del Mar de Galilea, cuando Jesús ve a Simón y Andrés, dos hermanos pescadores, y les dice: "Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres". Los dos, aunque ocupados largando sus redes, aceptan la invitación y le siguen. Este es el paradigma de la historia de los discípulos de todos los tiempos. En cada generación, de hecho, incluso en la nuestra, el Señor pasa y llama a los hombres y mujeres a seguirle para que ellos también se conviertan en pescadores de hombres. No estamos llamados a permanecer entre nosotros, ni a alcanzar un objetivo individual. Los discípulos son llamados por Jesús para comunicar el amor de Dios hasta los confines de la tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.